LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 266
Markus Zusak
La ladrona de libros
convertido en algo así como una rutina. De momento sólo necesitaba un libro.
Repasó las estanterías y esperó.
Una nueva oscuridad se coló por la ventana, a su espalda. El olor a polvo y
hurto eran patentes cuando lo vio.
El libro era rojo, con letras negras en el lomo. Der Traumträger. El repartidor
de sueños. Pensó en Max Vandenburg y en sus sueños.
Sacó el libro de la estantería, se lo metió bajo el brazo, se encaramó al
alféizar de la ventana y saltó fuera, todo en un solo movimiento.
Rudy tenía los zapatos y la bicicleta a punto. En cuanto se calzó, se alejaron
de allí.
—Jesús, María y José, Meminger. —Nunca la había llamado Meminger—.
Estás como una cabra, ¿lo sabías?
Liesel le dio la razón sin dejar de pedalear como alma que lleva el diablo.
—Lo sé.
Una vez en el puente, Rudy evaluó los acontecimientos de la tarde.
—O esa gente está completamente chalada o les encanta el aire fresco.
UNA PEQUEÑA SUPOSICIÓN
Tal vez había una mujer en Grandestrasse que
dejaba la ventana de la biblioteca abierta por otra razón...
Pero igual estoy siendo cínica. U optimista.
O ambas cosas.
Liesel escondió El repartidor de sueños debajo de la chaqueta y empezó a
leerlo en cuanto llegó a casa. En la silla de madera que había junto a la cama,
abrió el libro y susurró:
—Max, es nuevo. Sólo para ti. —Empezó a leer—. «Capítulo uno: Qué
oportuna coincidencia que todo el pueblo durmiera cuando nació el repartidor
de sueños...»
Liesel le leía dos capítulos cada día. Uno por la mañana antes de ir al
colegio y otro al regresar a casa. Algunas noches, cuando no podía conciliar el
sueño, también leía medio capítulo más. A veces se dormía medio
desmoronada a los pies de la cama.
Se convirtió en su misión.
Le daba a Max El repartidor de sueños como si las palabras pudieran
alimentarlo. Un martes creyó vislumbrar un movimiento. Habría jurado que
Max había abierto los ojos. Si así fuera, sólo habría sido unos segundos. Lo más
probable es que se tratara de la imaginación de Liesel y de las ganas que tenía
de que sucediera.
A mediados de marzo, todo empezó a desmoronarse.
266