LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 256
Markus Zusak
La ladrona de libros
Liesel Meminger: 3
Por la mañana, Liesel le subió la libreta de bocetos del sótano y la dejó en la
mesita de noche. Se sentía muy mal por haberle echado una hojeada el año
anterior, así que esta vez, por respeto, no se atrevió a abrirla.
Cuando su padre entró en la habitación, Liesel le habló de cara a la pared
contra la que se apoyaba la cama de Max Vandenburg, sin volverse.
—¿Por qué tuve que bajar toda esa nieve? —preguntó—. Es por culpa de
eso, ¿verdad, papá? —Entrelazó las manos, como si fuera a rezar—. ¿Por qué
tuve que hacer ese muñeco de nieve?
Hans, para su imperecedera gloria, fue inflexible.
—Liesel, tenías que hacerlo —respondió, zanjando la cuestión.
Se sentó a su lado durante horas, mientras Max tiritaba y dormía.
—No te mueras —le susurró—. Por favor, Max, no te mueras.
Era el segundo muñeco de nieve que se derretía ante sus ojos, aunque esta
vez era diferente, era una paradoja: cuanto más se enfriaba, antes se derretía.
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