LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 241

Markus Zusak La ladrona de libros Miró de soslayo el único ojo de su captor que podía ver. Mamer estaba hecho un tonel, tenía dos pequeños balazos en la cara a modo de ojos y los dientes como el público durante un partido de fútbol: apiñados. —Hace tres semanas que cambiamos todos los cupones por el abrigo y ahora no tenemos nada que llevarnos a la boca. El tendero tenía a Rudy agarrado con una mano y llevaba la patata en la otra. Se volvió a su mujer para decirle la temida palabra: Polizei. —No, por favor —suplicó Rudy. Cuando después se lo explicó a Liesel, le contó que no tuvo ni una pizca de miedo, pero estoy segura de que en ese momento el corazón estaba a punto de salírsele del pecho. —La policía no, por favor, la policía no. —Polizei. A pesar de las contorsiones de Rudy, que no dejaba de pelearse con el aire, Mamer se mostró inconmovible. Esa tarde, en la cola también había un profesor del colegio, herr Link, uno de los maestros seculares. Rudy lo vio y lo abordó de frente, con la mirada. —Herr Link. —Era su última baza—. Herr Link, dígaselo, por favor, dígale lo pobre que soy. El tendero miró al maestro con expresión inquisitiva. —Sí, herr Mamer, este chico es pobre —afirmó herr Link, dando un paso al frente—. Es de Himmelstrasse. —El corro, mujeres en su mayoría, lo consultó, conscientes de que Himmelstrasse no era el paradigma de la opulencia en Molching. Se lo tenía por un barrio relativamente pobre—. Tiene ocho hermanos. ¡Ocho! Rudy tuvo que reprimir una sonrisa; todavía no se había librado, pero al menos había conseguido que un profesor mintiera como un bellaco: se las había ingeniado para añadir tres niños más a la familia Steiner. —Suele venir al colegio sin desayunar. Y el corro de mujeres volvió a consultar. Fue como si añadiera una capa de pintura a la situación y cargara un poco más el ambiente. —¿Y por eso debo dejar que me robe patatas? —¡La más grande! —puntualizó una de las mujeres. —Cállese, frau Metzing —la advirtió Mamer, y ella enseguida se calmó. Al principio, toda la atención recayó sobre Rudy y la mugre del cuello, pero luego fue trasladándose de un lado al otro, del chico a la patata y de ahí a 241