LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 24
Markus Zusak
La ladrona de libros
En el coche también iba un hombre que se quedó con la niña mientras frau
Heinrich desapareció en el interior. No hablaba. Liesel supuso que estaba allí
para asegurarse de que no echaría a correr o para obligarla a entrar si les
causaba algún problema. No obstante, más tarde, cuando llegó el problema, se
limitó a quedarse sentado y mirar. Tal vez él sólo era el último recurso, la
solución definitiva.
Al cabo de unos minutos, salió un hombre muy alto: Hans Hubermann, el
padre de acogida de Liesel. A un lado estaba frau Heinrich, de estatura media, y
al otro la figura retacona de Rosa Hubermann, que parecía un pequeño armario
con un abrigo echado encima. Tenía andares de pato y hubiera podido decirse
que era guapa si no fuera por la cara, como de cartón arrugado, y por la
expresión de fastidio que parecía expresar que todo aquello rozaba el límite de
lo tolerable. Su marido andaba derecho, con un cigarrillo consumiéndose entre
los dedos. Los liaba él mismo.
El problema: Liesel no quería bajar del coche.
—Was ist los mit dem Kind? —preguntó Rosa Hubermann y volvió a
repetir—: ¿Qué le pasa a esa niña? —Asomó la cabeza por la puerta del coche—.
Na, komm. Komm.
Desplazó el asiento delantero y un pasillo de luz fría la invitó a salir, pero
ella siguió sin moverse.
Fuera, a través de la circunferencia que había dibujado en el cristal, Liesel
vio los dedos del hombre alto que sostenían el cigarrillo. La ceniza caía de una
sacudida y daba muchas vueltas antes de llegar al suelo. Fueron necesarios casi
quince minutos para convencerla de que saliera del coche. Sólo lo consiguió el
hombre alto.
Con calma.
Después se aferró con fuerza a la puerta de la verja.
Las lágrimas acudieron en tropel a sus ojos tropezando unas con otras,
mientras seguía agarrada a la puerta y se negaba a entrar. La gente empezó a
formar corrillos en la calle hasta que Rosa Hubermann comenzó a proferir
insultos y todo el mundo se volvió por el mismo camino por donde habían
venido.
TRADUCCIÓN DEL COMUNICADO
DE ROSA HUBERMANN
¿Qué estáis mirando, imbéciles?
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