LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 23
Markus Zusak
La ladrona de libros
UNA TRADUCCIÓN
Himmel = Cielo
Quien fuera que bautizó la calle, sin duda poseía un gran sentido del
humor. No es que fuera el infierno, no, pero desde luego no era el cielo.
Pese a todo, los padres de acogida de Liesel estaban esperando.
Los Hubermann.
Esperaban a un niño y una niña, por cuya manutención recibirían una
pequeña mensualidad. Nadie quería decirle a Rosa Hubermann que el niño no
había sobrevivido al viaje. En realidad, nadie quería decirle nunca nada a Rosa.
En lo que se refiere al temperamento, el suyo no era precisamente envidiable, si
bien tenía un buen expediente en cuanto a niños acogidos en el pasado. Por lo
visto, había enderezado a unos cuantos.
Liesel viajó en coche.
Nunca había subido a un coche.
Se le revolvió el estómago durante todo el viaje y mantuvo la fútil
esperanza de que se perdieran o cambiaran de opinión. No podía evitar
imaginarse a su madre una y otra vez, en la Bahnhof, esperando el nuevo viaje.
Temblando. Enfundada en ese abrigo inútil. Debía de estar mordiéndose las
uñas mientras llegaba el tren, en el andén largo e inhóspito, una rebanada de
cemento frío. Ya en el viaje de vuelta, ¿estaría atenta al aproximarse al lugar
donde estaba enterrado su hijo? ¿O sería el sueño demasiado pesado?
El coche seguía su camino mientras Liesel temía que llegara la última y
funesta curva.
El día era gris, el color de Europa.
Una cortina de lluvia se cerraba sobre el coche.
—Ya casi estamos. —La señora del servicio de acogida, frau Heinrich, se
volvió y sonrió—. Dein neues Heim. Tu nuevo hogar.
Liesel dibujó una circunferencia en el cristal empañado y miró fuera.
PANORÁMICA DE
HIMMELSTRASSE
Los edificios parecían soldados unos a otros, casitas y bloques
de pisos de apariencia nerviosa.
Había nieve sucia en el suelo como si fuera una alfombra.
Había cemento, árboles parecidos a percheros vacíos
y un aire gris.
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