LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 225

Markus Zusak La ladrona de libros —Le estás haciendo daño —avisó Liesel. —¿De verdad? Viktor volvía a sonreír. Liesel odiaba esa sonrisa. —No me está haciendo daño. Las palabras de Rudy se aturullaron. Tenía la cara roja por la presión y empezó a sangrar por la nariz. Al cabo de un buen rato, durante el que siguió apretándole el cuello, Viktor lo soltó y se levantó. Se apartó con ademán despreocupado. —Arriba, chico —dijo, y Rudy, sabiendo lo que le convenía, obedeció. Viktor volvió a acercarse con toda tranquilidad y se le plantó delante. Lo golpeó con suavidad en el brazo. Le susurró: —A no ser que quieras que ese hilillo de sangre se convierta en una fuente, te sugiero que te largues, muchachito. —Miró a Liesel—. Y llévate a la golfilla también. Nadie se movió. —¿A qué estáis esperando? Liesel cogió a Rudy por la mano y se fueron, pero no antes de que este se volviera por última vez y escupiera sangre a los pies de Viktor Chemmel, lo que dio lugar a un último comentario.  PEQUEÑA AMENAZA DE  VIKTOR CHEMMEL A RUDY STEINER «Algún día me las pagarás, amigo.» Dirás lo que quieras de Viktor Chemmel, pero le sobraban paciencia y buena memoria. Necesitó unos cinco meses para cumplir su palabra. 225