LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 223

Markus Zusak La ladrona de libros —Según mi reloj todavía no —contestó Rudy. Viktor Chemmel se apoyó en un codo. —No llevas reloj. —¿Estaría aquí si tuviera dinero para tener un reloj? El nuevo jefe se acabó de incorporar del todo y sonrió, una radiante sonrisa de dientes rectos. A continuación, dirigió su despreocupada atención hacia la chica. —¿Quién es la golfa? Liesel, más que acostumbrada a los insultos, se limitó a observar la nebulosa textura de sus ojos. —El año pasado robé trescientas manzanas y al menos varias docenas de patatas —se presentó—. El alambre de espino no es un secreto para mí y puedo seguir el ritmo de cualquiera de los que hay aquí. —¿De verdad? —Sí. —Liesel no se amilanó ni se echó atrás—. Lo único que pido es una pequeña parte de lo que nos llevemos. Una docena de manzanas de vez en cuando, las sobras para mi amigo y para mí. —Bueno, supongo que eso puede arreglarse. —Viktor encendió un cigarrillo, se lo llevó a la boca y dirigió sus esfuerzos a arrojarle el humo a la cara. Liesel no tosió. Era el mismo grupo del año anterior con la única excepción del jefe. Liesel se preguntó por qué ninguno de los otros chicos había asumido el mando, pero mirándolos uno a uno se dio cuenta de que ninguno tenía lo que había que tener. No tenían escrúpulos a la hora de robar, pero necesitaban las órdenes. Les gustaba recibir órdenes y a Viktor Chemmel le gustaba darlas. Era un bonito microcosmos. Por un momento Liesel deseó que volviera Arthur Berg. ¿O él también se habría sometido a la autoridad de Chemmel? No importaba. Liesel sólo sabía que Arthur Berg no tenía ni un pelo de tirano, mientras que el nuevo cabecilla lucía toda una cabellera. Sabía que si se hubiera quedado atrapada en un árbol el año pasado, Arthur habría vuelto por ella, a pesar de afirmar lo contrario. Este año, por el contrario, enseguida se percató de que Viktor Chemmel ni siquiera se molestaría en mirar atrás. Chemmel se levantó sin apartar la vista del chico larguirucho y la chica de aspecto famélico. —¿Así que queréis robar conmigo? ¿Qué tenían que perder? Asintieron con la cabeza. Se acercó y cogió a Rudy por el pelo. 223