LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 21
Markus Zusak
La ladrona de libros
Durante ese par de días me dediqué a mis cosas. Viajé por todo el mundo
como siempre, acompañando las almas hasta la cinta transportadora de la
eternidad. Las observaba avanzar poco a poco, sin oponer resistencia. Varías
veces me dije que debía mantenerme a distancia del entierro del hermano de
Liesel Meminger, pero no seguí mi propio consejo.
Mientras me acercaba, a kilómetros de distancia ya podía ver al pequeño
grupo de humanos tiritando en el páramo nevado. El cementerio me dio la
bienvenida como a un amigo y poco después me reuní con ellos. Los saludé con
una inclinación de cabeza.
A la izquierda de Liesel, los sepultureros se frotaban las manos y se
quejaban de la nieve y las condiciones en que tenían que trabajar. «Es duro
cavar en el hielo», y expresiones por el estilo. Uno de ellos no tendría más de
catorce años. Un aprendiz. Cuando se iba, al cabo de unos cuantos pasos, se le
cayó un libro negro del bolsillo del abrigo sin que se diera cuenta.
Unos minutos después, la madre de Liesel también se marchó, acompañada
del sacerdote, al que dio las gracias por la ceremonia.
La niña, en cambio, se quedó.
Sus rodillas se hundieron en el suelo. Había llegado su momento.
Todavía sin creérselo empezó a cavar. No podía estar muerto. No podía
estar muerto. No podía...
En cuestión de segundos, la nieve le había cortado las manos.
La sangre helada se agrietaba manchándole la piel.
No se dio cuenta de que su madre había vuelto a buscarla, hasta que sintió
su mano esquelética sobre el hombro. Se la llevó a rastras. Un grito cálido
inundó su garganta.
UNA PEQUEÑA IMAGEN
TAL VEZ A UNOS VEINTE METROS
Cuando dejó de arrastrarla, la madre y la niña se detuvieron a
respirar.
Había algo negro y rectangular incrustado en la nieve. Sólo la niña lo vio.
Se agachó, lo recogió y lo sostuvo con firmeza.
El libro tenía impresas unas letras plateadas.
Se cogieron de la mano.
Tras un adiós definitivo empapado de agua, dieron media vuelta y
abandonaron el cementerio, aunque volvieron la vista atrás varias veces.
En cuanto a mí, me quedé un poco más.
Les dije adiós.
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