LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 19
Markus Zusak
La ladrona de libros
Fui esquivando los cuerpos por el pasillo abarrotado y en un instante la
palma de mi mano estaba ya sobre su boca.
Nadie se dio cuenta.
El tren seguía la marcha.
Excepto la niña.
Con un ojo abierto y el otro todavía soñando, la ladrona de libros —
también conocida como Liesel Meminger— entendió que su hermano pequeño,
Werner, había muerto.
El niño tenía los ojos azules clavados en el suelo.
No veía nada.
Antes de despertarse, la ladrona de libros estaba soñando con el Führer,
Adolf Hitler. En el sueño, la niña había acudido a uno de sus mítines y estaba
concentrada en la raya del pelo de color mortecino y en el perfecto bigote
cuadrado. Escuchaba con atención el torrente de palabras que irrumpían de su
boca. Las frases brillaban. En un momento de menos bullicio, se agachó y le
sonrió. Ella le devolvió la sonrisa y dijo: Guten Tag, Herr Führer. Wie geht's dir
heut? No sabía hablar muy bien, ni siquiera leer, pues había ido poco al colegio.
Descubriría la razón de eso a su debido tiempo.
En el justo momento en que el Führer estaba a punto de responder, se
despertó.
Era enero de 1939. Tenía nueve años y pronto cumpliría diez.
Su hermano estaba muerto.
Un ojo abierto.
El otro soñando.
Habría sido mejor que hubiera podido acabar el sueño, pero no poseo
control alguno sobre los sueños.
El segundo ojo se despertó de golpe y me vio, no hay duda. Fue justo
cuando me arrodillé y arrebaté el alma a su hermano, mientras la sostenía,
exangüe, entre mis brazos hinchados. Poco después entró en calor, pero en el
momento de cogerlo el espíritu del crío estaba blando y frío, como un helado.
Empezó a derretirse en mis manos, aunque luego recobró el calor. Se estaba
recuperando.
En cuanto a Liesel Meminger, tuvo que hacer frente a la rigidez de sus
movimientos y a la embestida de sus pensamientos desconcertados. Es stimmt
nicht. No está pasando. No puede estar pasando.
Y el temblor.
¿Por qué siempre se ponen a temblar?
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