LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 179

Markus Zusak La ladrona de libros Hans seguía en el dormitorio de Liesel y ella se sentó delante de Max, al otro lado de la chimenea. Detrás de ellos, Rosa dormía escandalosamente. Dejaba a la roncadora del tren a la altura del betún. El fuego no era más que un funeral de humo, muerto y moribundo a la vez. Esa mañana en concreto también se oyeron unas voces.  EL INTERCAMBIO DE PESADILLAS  La niña: Dime, ¿qué ves cuando tienes esos sueños? El judío:... Me veo a mí mismo volviéndome y despidiéndome. La niña: Yo también tengo pesadillas. El judío: ¿Qué ves? La niña: Un tren y a mi hermano muerto. El judío: ¿Tu hermano? La niña: Murió cuando vine a vivir aquí, por el camino. La niña y el judío, al unísono: Ja, sí. Sería bonito decir que después de este pequeño avance, ni Liesel ni Max volvieron a tener pesadillas. Sería bonito, pero mentira. Las pesadillas los seguían visitando como siempre; igual que cuando oyes rumores de que el mejor jugador del equipo contrario se ha lesionado o está enfermo y te lo encuentras allí, calentándose con el resto de sus compañeros, listo para salir al campo. O como un tren nocturno llegando a su hora a la estación, tirando de los recuerdos que lleva atados a una cuerda, tras mucho arrastrar y traquetear torpemente. Lo único que cambió fue que Liesel le aseguró a su padre que ahora ya era lo bastante mayor para enfrentarse ella sola a los sueños. Por un instante, Hans pareció ligeramente ofendido, pero como era habitual en él, puso todo su empeño en decir lo más acertado. —Bueno, gracias a Dios. —Esbozó una sonrisa—. Al menos ahora dormiré como es debido, esa silla me estaba matando Abrazó a la niña y entraron en la cocina. Con el tiempo, una clara distinción se impuso entre dos mundos muy diferentes: el mundo en el interior del número treinta y tres de Himmelstrasse y el que se encontraba y cambiaba en el exterior. El truco estaba en mantenerlos separados. Liesel estaba aprendiendo a descubrir algunas de las posibilidades del mundo exterior. Una tarde, cuando volvía a casa con una bolsa de colada vacía, 179