LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 165

Markus Zusak La ladrona de libros —¿Recuerdas el cumpleaños del Führer, cuando volvimos a casa la noche de la hoguera? ¿Recuerdas lo que me prometiste? La niña asintió. —Que guardaría un secreto —contestó a la pared. —Eso es. —Las palabras pintadas se distribuían entre las sombras de las manos entrelazadas, apoyadas en sus hombros, descansando en sus cabezas y colgándoles de los brazos—. Liesel, si le hablas a alguien del hombre de arriba, todos nos veremos en un serio aprieto. —Caminaba por la cuerda floja, oscilando entre aterrorizarla hasta los tuétanos y tranquilizarla lo suficiente para que no perdiera la calma. Le dio de comer las frases y la observó con su mirada metálica. Desesperación y serenidad—. A tu madre y a mí se nos llevarían seguro. A Hans le preocupaba pasarse de la raya, pero calculó el riesgo y prefirió equivocarse y pecar de más que de menos. La complicidad de la niña debía ser absoluta e inequívoca. Acercándose al final, Hans Hubermann miró a Liesel Meminger y comprobó que estuviera atenta. Le recitó una lista de consecuencias. —Si le hablas a alguien de ese hombre... Su profesora. Rudy. Daba igual quién fuera. Lo importante era que todos podían ser castigados. —Para empezar, me llevaré todos y cada uno de tus libros... y los quemaré. —Qué crueldad—. Los arrojaré a los fogones o a la chimenea. —Actuaba como un tirano, pero era necesario—. ¿Entendido? La conmoción abrió un agujero en ella, muy limpio, muy preciso. Las lágrimas brotaron de sus ojos. —Sí, papá. —Siguiente. —Debía mantenerse firme, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para conseguirlo—. Te apartarán de mi lado. ¿Eso te gustaría? Liesel se echó a llorar en serio. —Nein. —Bien. —Le apretó aún más la mano—. Se llevarán a ese hombre y tal vez a mamá y a mí también... Y nunca, nunca más volveríamos. Con eso fue suficiente. La niña se puso a sollozar tan desesperadamente que Hans apenas pudo refrenar el deseo de atraerla hacia él y estrecharla con fuerza entre sus brazos. 165