LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 163

Markus Zusak La ladrona de libros —¿Todo bien? —volvió a preguntar Hans, esta vez a Max. La respuesta salió flotando de sus labios y adoptó la forma de una mancha en el techo. Tal era la vergüenza que lo embargaba. —Sí, gracias. Volvió a repetirlo cuando Hans se dirigió hacia su asiento habitual, junto a la cama de Liesel. «Gracias.» Habría de transcurrir una hora para que Liesel se rindiera al sueño. Durmió larga y profundamente. Una mano la despertó a la mañana siguiente pasadas las ocho y media. La voz al final de la mano le informó de que aquel día no iría al colegio. Por lo que le dijeron, estaba enferma. Cuando se desperezó del todo, miró al extraño de la cama de enfrente. Por la manta sólo asomaba un arrebujo de pelo aplastado hacia un lado. No hacía ruido, como si hubiera aprendido a dormir en silencio. Pasó junto a él con sumo cuidado y siguió a su padre al vestíbulo. Por primera vez en su vida, la cocina y su madre todavía no habían entrado en ebullición. Estaban envueltas en una especie de silencio inaugural algo desconcertado. Para alivio de Liesel, sólo duró unos minutos. Se oía el rumor de las bocas masticando. Rosa anunció las prioridades del día. —Escucha, Liesel, tu padre va a decirte algo —la informó, sentándose a la mesa. Aquello iba en serio, ni siquiera había utilizado un Saumensch, todo un reto personal de abstinencia—. Y quiero que lo escuches con atención, ¿está claro? La niña todavía estaba tragando. —¿Está claro, Saumensch? Eso estaba mejor. La niña asintió con la cabeza. Cuando Liesel volvió a entrar en el dormitorio para coger su ropa, el cuerpo de la otra cama se había dado la vuelta y estaba hecho un ovillo. Ya no era un tronco largo, sino algo con forma de zeta atravesado en diagonal. Zigzagueando la cama. Le vio el rostro bajo la luz mortecina. Tenía la boca abierta y su tez era del color de las cáscaras de huevo. Unos pelillos le cubrían la mandíbula y la barbilla. Tenía las orejas duras y pegadas al cráneo, y la nariz pequeña pero deformada. —¡Liesel! 163