LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 148

Markus Zusak La ladrona de libros El primero lo cometió inmediatamente después del incidente. Volvió sobre sus pasos y atizó un puñetazo contra la puerta y luego contra la ventana del NSDAP. El cristal se hizo añicos, pero nadie respondió. Todo el mundo había recogido y se había ido a casa. Un último miembro, que se alejaba en dirección contraria, reparó en el pintor al oír el estallido del cristal. Se acercó a Hans y le preguntó qué ocurría. —No puedo hacerme miembro —le explicó Hans. El hombre se quedó atónito. —¿Por qué no? Hans se miró los nudillos de la mano y tragó saliva. En esos momentos ya saboreaba su error como si llevara una pastilla metálica en la boca. —Olvídelo. Dio media vuelta y se fue a casa. Unas palabras lo siguieron. —Piénselo bien, herr Hubermann, y háganos saber su decisión. No se la hizo saber. A la mañana siguiente, tal como había prometido, madrugó más de lo habitual, pero no lo suficiente. La puerta de la tienda del señor Kleinmann todavía estaba húmeda de rocío. Hans la secó. Encontró un color lo más parecido al de la puerta que un humano puede conseguir y le dio una buena capa. Un hombre pasó junto a él. —Heil Hitler! —lo saludó. —Heil Hitler! —contestó Hans.  TRES DATOS SUELTOS, AUNQUE  IMPORTANTES 1. El hombre que pasó junto a él era Rolf Fischer, uno de los nazis más importantes de Molching. 2. Un nuevo comentario antisemita apareció pintado en la puerta en menos de dieciséis horas. 3. Hans Hubermann no fue admitido en el Partido Nazi. Al menos por el momento. Por suerte, durante el año siguiente Hans no retiró su solicitud de afiliación de manera oficial. Mientras que a la mayoría los aceptaban al instante, a él lo añadieron a una lista de espera. No las tenía todas consigo. Hacia finales de 1938, cuando los judíos fueron expulsados sin dilación después de la 148