LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 120

Markus Zusak La ladrona de libros La mujer no mudó la expresión de su rostro y, aun así, encontró el modo de responder. —Ahora ya no es nadie —explicó—. Era mi...  LOS ARCHIVOS DE LA MEMORIA  Ah, sí, claro que lo recuerdo. El cielo estaba oscuro y era profundo, como las arenas movedizas. había un joven envuelto en alambre de espino, como si fuera una gigantesca corona de espinas. Lo desenredé y me lo llevé. En lo alto, nos hundimos juntos hasta las rodillas. Era un día como otro cualquiera de 1918. —Aparte de todo lo demás, murió de frío —dijo. Se frotó las manos un momento y volvió a repetirlo—: Murió de frío, estoy segura. La mujer del alcalde sólo era una integrante más de una brigada mundial. Las has visto antes, estoy segura. En vuestros relatos, en vuestros poemas, en las pantallas que tanto os gusta mirar. Están en todas partes, así que ¿por qué no aquí? ¿Por qué no en una preciosa colina de una pequeña ciudad alemana? Es tan buen lugar para sufrir como cualquier otro. Sin embargo, Ilsa Hermann había decidido hacer del sufrimiento su razón de vivir, porque cuando este se negó a abandonarla, ella sucumbió a él. Lo abrazó. Podría haberse pegado un tiro, podría haberse arañado o haberse infligido cualquier otra forma de mutilación, pero escogió la que creyó que sería la opción más benigna: soportar las inclemencias del tiempo. Por lo que Liesel sabía, frau Hermann deseaba que los días de verano fueran fríos y húmedos. La mayor parte del año vivía en el lugar apropiado. Ese día a Liesel le costó mucho decir lo que dijo al marcharse. Traducido, podríamos comentar que tuvo que forcejear con dos palabras gigantes, cargarlas al hombro y arrojarlas con torpeza a los pies de Ilsa Hermann. Pesaban tanto que al final la tambaleante niña no pudo sostenerlas más y cayeron de lado. Quedaron postradas en el suelo en toda su extensión, extravagantes y desgarbadas.  DOS PALABRAS GIGANTESCAS  «LO SIENTO» 120