LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 12

Markus Zusak La ladrona de libros El eclipse Era el momento de mayor oscuridad antes del alba. Esta vez yo había ido por un hombre de unos veinticuatro años. En cierto modo, fue hermoso. El avión todavía tosía. El humo se le escapaba por los pulmones. Se abrieron tres grandes zanjas en el suelo al estrellarse. Las alas se convirtieron en brazos amputados. Se acabó el revoloteo, al menos para ese pajarillo metálico.  OTROS PEQUEÑOS DETALLES  A veces llego demasiado pronto, me adelanto. Y hay gente que se aferra a la vida más de lo esperado. Al cabo de unos pocos minutos, el humo se extinguió. Primero llegó un niño con respiración agitada y lo que parecía una caja de herramientas. Turbado, se acercó a la cabina y miró en el interior, para ver si el piloto seguía vivo; en ese momento así era. La ladrona de libros llegó unos treinta segundos después. Habían pasado los años, pero la reconocí. Estaba jadeando. El niño sacó un oso de peluche de la caja de herramientas, metió la mano en la cabina a través del cristal hecho añicos y lo dejó sobre el pecho del piloto. El osito sonriente se acurrucó entre el amasijo de carne y sangre. Minutos después probé suerte. Le había llegado la hora. Entré, liberé su alma y me la llevé con delicadeza. Allí sólo quedó el cuerpo, un olor a humo cada vez más leve y el sonriente oso de peluche. 12