LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 11
Markus Zusak
La ladrona de libros
Uno de los guardias era alto y el otro bajo. El alto siempre hablaba primero,
aunque no era el jefe. Miró al bajo y rechoncho, de cara rubicunda.
—No podemos dejarlos así, ¿no crees? —respondió.
El alto estaba perdiendo la paciencia.
—¿Por qué no?
El más bajito estuvo a punto de estallar.
—Spinnst du?! ¡¿Eres tonto o qué?! —gritó a la altura de la barbilla del alto.
La repugnancia le inflaba las mejillas, la piel se le tensaba—. Vamos —ordenó,
avanzando con dificultad por la nieve—. Si hace falta, cargamos a los tres. Ya
informaremos en la siguiente parada.
En cuanto a mí, ya había cometido el más elemental de los errores. No
encuentro palabras para describir cuánto me enfadé conmigo misma. Hasta ese
momento lo había hecho todo bien. Había estudiado el cielo cegador, blanco
como la nieve, al otro lado de la ven