Todos los presentes pueden hacer memoria de su paso por la escuela, sin embargo, para nosotras, significa andar y desandar eso una y otra vez. Encontrar patrones y romperlos, analizar, cambiar de rol, encontrar nuestro propósito, pensar la escuela que queremos y cómo alcanzarla con nuestro aporte, luchar contra lo instintivo para intervenir desde la reflexión, conversar con otros, encontrar autores que nos brinden otra mirada, barajar y dar de nuevo. Construimos nuestro rol.
Todo esto nos dió el 7, entre mates y debates. Cada materia fue un punto de inflexión, un aporte teórico y práctico sí, pero que en cada comienzo nos enfrentó con una certeza: así entro pero no sé cómo salgo.
Sin duda, otra particularidad es que trabajamos con infancias. Cada paso es milimétrico, pensado, reflexionado, aprobado por muchos. Por eso nos han visto sufrir en los talleres de práctica … Más allá del cansancio, fue y es nuestro compromiso dar lugar a una educación de calidad, llevar lo mejor que tenemos, porque cada propuesta importa, cada palabra, porque sabemos que no es lo mismo cualquier docente. Nuestra presencia importa porque acompañamos infancias y crecemos con ellas. Estamos cuando pierden sus primeros dientes, cuando las letras empiezan a formar palabras, cuando descubren que en el espacio hay otros planetas, cuando se fascinan con los juegos de sus abuelos, cuando van descubriendo su amor por el arte, cuando se animan a mostrar sus proyectos … El compromiso con la educación es innegable y también lo es la búsqueda constante de una forma mejor de hacer escuela, de habitar nuestro rol … porque trabajamos con pibes y ahí es donde decimos: es por ellos.