totalmente convencida de que, no solo sabían un montón, sino que podían con todas las propuestas que tenía previstas para ellos / as; generó la participación de Lucila, que no hablaba en clase, no levantaba la mano y movía la cabeza solo para copiar lo que fuera necesario del pizarrón. Poco a poco, luego de intervenciones e invitaciones a expresar lo que sabía o lo que estaba pensando, primero se animó a levantar muy tímidamente la mano y dirigirse solo a mí, en voz muy bajita. Cada vez, repliqué sus respuestas o comentarios para el resto de la clase, reconociendo lo valiosas e interesantes que eran y agradeciendo su participación.
En la última clase de Ciencias Naturales, hacia el final de mi residencia en la escuela, durante una puesta en común, Lucila me miró fijo y levantó la mano. En ese momento hice algo instintivo, pedí silencio total y miré a cada una / o con las manos en alto: les pedía, ordenaba y rogaba que hicieran silencio. Más tarde me di cuenta de que allí estaba la huella inconfundible de Héctor Ponce, el profesor de Matemática de quien aprendí mucho más que cuestiones sobre la didáctica y los contenidos, y su“ mirada de ametralladora” que garantiza escuchar a quienes no participan en clase, o lo hacen muy poco.
Así, Lucila alzó la voz. No tuve que replicar sus dichos, todo el grado la había escuchado. Lucila nos regaló su confianza. Y a mí se me llenó el alma. 7 ° B no anda solo.
Así como tuve la oportunidad de dar espacio para que algunas voces surjan, porque Malena y Maylén también se animaron a romper el“ uno a uno” conmigo y dirigirse a todas / os; del mismo modo tuve la oportunidad de“ regular” los espacios de participación de los que más lo hacían, hacerlos esperar, pedirles que recuerden lo que querían decir y si era necesario que lo anotaran, para decirlo luego. También a esperar respuestas, sostener ese silencio incómodo y aguantar las manos levantadas para que Santino pudiera pensar una respuesta. 7 ° B no anda solo.
Costó la modalidad de trabajo en grupo, y mientras más grande era el grupo que proponía, más costaba. Y no querían. Y se frustraron. Pero lo hicieron. Con guía, intervenciones, explicaciones acerca de por qué elegimos trabajar así. Con acompañamiento, trabajaron en grupos chicos y en grupos grandes. Y los resultados fueron, simplemente, maravillosos. Producciones escritas que fueron publicadas en distintas paredes de la escuela y resúmenes de distintos temas que se dictaron, un grupo al otro, para compartir información.
Por lo que vienen haciendo sus docentes, por el humilde aporte que tuve el privilegio de ofrecerles al compartir mi implementación con ellos, 7 ° B no anda solo. Y qué alegría que así sea.
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Miradas de residentes: las primeras experiencias entre discursos y metáforas escolares