La gran SIETE Año 7 N° 8 Noviembre 2025 | Page 66

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VOLVER A DECIR: LA ESCUELA COMO LUGAR DE MEMORIA VIVA

Esta experiencia fue una forma de habitar el aula desde otro lugar: como espacio de encuentro intergeneracional, donde el pasado no aparece como una cronología cerrada, sino como una pregunta abierta. En lugar de limitarse a“ recordar” las efemérides desde un ritual escolar repetido, se propuso activar la memoria como práctica viva, situada y colectiva. Así, las juventudes del presente se vincularon con las del pasado a través de la emoción, la palabra y la imaginación, habilitando un trabajo pedagógico que no solo transmite contenidos, sino que interpela, moviliza y deja huellas.

A lo largo del recorrido, la palabra escrita ocupó un lugar central. Lejos de funcionar como una tarea escolar rutinaria, la escritura se transformó en una vía para el posicionamiento. Escribir relatos, cartas o frases fue, para muchos y muchas estudiantes, una forma de decir lo que no siempre encuentra espacio en la escuela: el miedo, la bronca, la ternura, la incomodidad. También fue una forma de imaginar otras vidas posibles, de ponerse en lugar del otro, de restituir dignidad a aquellas juventudes que fueron silenciadas o convertidas en cifras.

El uso de materiales audiovisuales, testimonios, canciones y consignas de escritura en primera persona permitió sostener una pedagogía del vínculo, donde el conocimiento histórico no se separa de las resonancias afectivas ni de la construcción subjetiva. El aula se volvió así un territorio de elaboración compartida, donde lo individual y lo colectivo se entrelazaron, habilitando un trabajo con la memoria que fue político, sin ser partidario; emocional, sin ser banal; pedagógico, sin ser domesticado.

En un momento histórico en que los discursos dominantes tienden a deslegitimar la memoria, relativizar las violencias de Estado y despolitizar a las juventudes, prácticas como esta reafirman el rol de la escuela pública como espacio de transmisión crítica, de resistencia y de producción de sentidos. La posibilidad de construir una muestra institucional de fin de año, abierta a toda la comunidad, proyecta estos trabajos más allá del aula: no solo como una exposición de producciones, sino como un acto pedagógico y ético. Un modo de inscribir en los muros de la escuela lo que muchas veces no encuentra lugar: los dolores de otros tiempos, los silencios, las voces jóvenes que se atreven a recordar.

La escuela, entonces, se reafirma no sólo como institución transmisora de saberes, sino como espacio de disputa simbólica, donde lo que se enseña, se recuerda y se nombra construye presente y futuro. En este contexto, habilitar experiencias que convoquen a pensar, sentir y escribir sobre la memoria reciente no es sólo una propuesta didáctica: es una toma de posición. Apostar por estas

66 Memoria en el aula: una experiencia con juventudes frente al pasado reciente