Que mi perro viva para siempre. Que mi papá vuelva.
Un día llovió tan fuerte que la rayuela se borró. Y al otro día, nadie salió a jugar. Luli se quedó con la tiza en la mano, pero no dibujó nada. Tomi miró la vereda mojada como si fuera una tumba. El cielo, esta vez no apareció.
Pero después de unos días, cuando el sol volvió a calentar los cordones, los chicos salieron Otra vez- Dibujaron una nueva rayuela, más grande, más torcida más loca. Y esta vez, el“ cielo” tenía estrellas.
Y saltaron. Y rieron. Y viajaron de nuevo, como si nada se hubiera perdido.