La gran SIETE Año 7 N° 8 Noviembre 2025 | Page 48

- la gran siete-

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Elogio del descubrimiento

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Hiroshi y Lolo tamizan con un colador de plástico de esos que se usan en la playa, la arena del patio del Instituto de Arte, buscan piedritas que brillan, que son más grandes, que están más pulidas … Buscan en la arena que pisamos todos los días sin mirarla siquiera, lo que es diferente y lo atesoran. Hasta se pelean por su propiedad. Le otorgan un valor que es muy personal. Compartido sólo por ellos dos.

Tengo unos siete, ocho años, ayudo a mis papás en el jardín. Con la pala grande mis padres han revuelto la tierra, hay terrones que con mis manos pequeñas me ocupo de romper, de desgranar hasta dejar escapar la tierra suave y fina entre mis dedos hacia el cantero, hacia las plantas. Arrodillada sobre el pasto, acabo de descubrir que siempre hay tierra bajo mis pies, que debajo del asfalto, de las baldosas, de la vereda, del parqué de mi pieza, hay tierra, siempre tierra bajo los pies. Que si logro hacer un pozo muy hondo la voy a encontrar. La tierra está por todas partes. Eso me fascina.

Nos han enseñado acerca de los grandes descubrimientos de la Historia: la rueda, el fuego, la imprenta, la ley de la relatividad, la rotación de la Tierra, la ley de la gravedad … Pero yo aquí quiero pensar en otros descubrimientos, esos que quizá sólo le importen al descubridor, esos que no trascienden, porque no hacen a las grandes cosas, ni a los grandes cambios de la Humanidad. Esos que quizá nos conformen para siempre en nuestro modo de pensarnos y de pensar el mundo, pero que son pequeños y sólo nos importan a nosotros. De tan pequeños, incluso, en su mayoría, los olvidamos. De esos descubrimientos creo que está hecho nuestro encuentro personal con la realidad, está hecho nuestro encuentro con la belleza. De esos descubrimientos está hecha la lectura literaria, también.

Quizá leer sea tan sólo eso, una invitación al descubrimiento. Tengo quince años y estoy leyendo“ Carta a una señorita en París” de Cortázar. Un señor vomita conejitos en el ascensor, no puede dejar de hacerlo. Frente al cuento de Cortázar siento estupor y algo de angustia. No es el tipo de libros que suelo leer. Acabo de descubrir que los

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