Imhoff plantea que la forma en que concebimos a los niños y niñas está profundamente atravesada por los paradigmas sobre la infancia. En su análisis, identifica tres:
• Paradigma del menor en situación irregular: centrado en el control social, considera a los niños / as como seres inmaduros, peligrosos o incapaces, que deben ser institucionalizados o tutelados. Se asocia a una visión adultocéntrica, jerárquica y represiva, históricamente legitimada por la Ley de Patronato de Menores. En este paradigma, la infancia no tiene voz ni lugar en la vida social ni política.
• Paradigma de la protección integral: propone una mirada más garantista, donde el niño / a es considerado sujeto de derechos. Se promueve su protección, participación y desarrollo integral en un marco de equidad. Aunque esta perspectiva implica un avance, sigue siendo criticada por mantener relaciones asimétricas con los adultos y una tendencia a individualizar los problemas sociales.
• Paradigma del protagonismo infantil organizado: es el más transformador. Reconoce a las infancias como actores sociales activos, capaces de participar, opinar, organizarse y luchar por sus derechos. Este modelo busca construir vínculos más horizontales entre adultos y niños / as, y apunta a una cultura participativa, en la que las infancias sean vistas no solo como futuros ciudadanos, sino como protagonistas en el presente.
Desde esta mirada, la participación infantil no es un acto decorativo ni simbólico, sino una práctica concreta de transformación social y subjetiva.
DESIGUALDAD, EXCLUSIÓN Y FRACASO ESCOLAR
Kaplan( 2005) propone una mirada crítica sobre cómo se construye al alumno dentro del sistema educativo. A través del análisis de las nominaciones escolares, muestra cómo la escuela lejos de ser un espacio neutro produce representaciones que etiquetan a los estudiantes:“ capaz / incapaz”,“ normal / diferente”,“ inteligente / pobre”. Estas categorías no son neutras: están atravesadas por la clase social, el género, la etnia y el origen cultural, y se consolidan como formas de exclusión.
Uno de los núcleos centrales de su planteo es la asociación entre pobreza e inteligencia, una operación simbólica muy presente en la escuela que tiende a naturalizar el fracaso educativo. Frases como“ no le da”,“ no nació para estudiar” o“ tiene techo” son veredictos que los docentes emiten( muchas veces sin conciencia) y que terminan construyendo trayectorias escolares limitadas. Así, el fracaso escolar deja de ser un problema estructural para transformarse en una supuesta deficiencia individual o familiar