Puede que no sea una mala práctica empezar a desconfiar de las palabras , sobre todo de esas palabras que se cierran en la verdad dogmática , en la certeza inamovible . A menudo , las palabras nos van llevando a construir una “ realidad ” donde el cielo siempre es celeste , los cuentos para niños terminan bien y las mariposas sólo vuelan en primavera ; pero el conocimiento sólo ha podido avanzar cuando alguien tuvo el valor de plantarse con una pregunta y cuestionar las certezas . En la literatura sobran ejemplos en los que la realidad representada se permite ir más allá de los límites de eso que insistimos en llamar “ realidad ”, donde incluso las palabras se ríen de sí mismas , o se equivocan para demostrarnos que sólo se trata de reglas , de castillos que hemos construido para defendernos de algo imposible de abarcar , de conocer y menos aún , de controlar .