La gran SIETE Año 2 N° 2 | 页面 84

-la gran siete-

RESIDENCIAS, PRÁCTICAS DOCENTES

TRANSITAR LA ESCUELA

Por Pedro Maestri

Estudiante del Profesorado de Educación Primaria de la ENS N° 7.

El miedo, la incertidumbre, la angustia, la seguridad, las convicciones, la felicidad, el ser y el hacer. En los meses de residencia se cruzaron muchos conceptos, palabras y sentimientos que terminaron confluyendo en los últimos días…

Un cierre un poco apurado y a la vez necesario comenzó a sucederse con las devoluciones de los trabajos integradores que realizaron los chicos en la última semana. Luego de un día ocupado por mucho trabajo creo que a ninguno “le había caído la ficha” de que a partir de ese momento ya no compartiríamos todos los días en la escuela. Ese “vernos todos los días”, el apego tan particular que genera el encuentro con otros y por sobre todo las vivencias en ese tiempo que pasamos juntos se iban terminando.

En muchas ocasiones uno siente esa sensación tan particular … terminar el secundario o cambiar de trabajo, pero esta vez había algo más en juego. Había podido sentir esa relación propia que propone el oficio; tanto estudio, tanto desafío por llevar adelante, tanto sentimiento puesto en juego para realizar todo lo transitado y aprendido en el profesorado. Muchos interrogantes que fueron encontrando significado en la propia práctica.

Ese último día realizamos un festejo, llevamos algunas cosas para compartir entre todos, intercambiamos regalos, cartas y abrazos. Sin darme cuenta llegó la hora de la salida, parado sin más, a la espera de esos “pequeños rituales” que son propios de las escuelas en donde te despiden a coro. Entre nervioso y tentado pasé al frente, cuando terminaron los saludos casi todos vinieron a dar un abrazo grupal, y a un par de metros estaba Benja con los ojos llorosos; fuimos todos juntos a buscarlo y a los dos segundos se sumó Lucas, que se apartó del grupo rápidamente. Entonces me senté a su lado y nos quedamos mirándonos y conversando; hablamos intentando salir, por lo menos un poco, de ese momento emotivo, intentando convencernos de que nos seguiríamos viendo.

Permanecimos sentados, mirándonos, sin palabras, a puro gesto. Nadie atinó a irse, esperando que algo ahí no se cerrara, evitando ese fin que nos daba la salida de la escuela. Salieron los grados y Santi, el maestro, acompañó a los chicos afuera, no sin antes despedirme con un abrazo. Me quedé hablando con mis compañeros, un poco pasmado pensando en todo lo que había sucedido, en esos meses transcurridos, ese fin del temido taller que sin aviso había llegado. No más planificaciones, no más corridas, pero por sobre todo, no más encuentro con ellos. Los que pusieron el cuerpo y sobre todo la mente en todas esas tardes, sin importar el tema, mostrando un interés genuino y amoroso, preguntando, repreguntando y sobre todo, enseñando.

Al salir de la escuela estaban Priscila, Vanina y Barbi, con sus respectivas madres, nos quedamos hablando hasta que a la mamá de Barbi se le ocurrió sacarse una foto en la entrada de la escuela; nos hicimos un lugar para dejar ese registro, a la palabra y a los gestos se le sumó la imagen, una fotografía que intentara hacer más duradero el recuerdo.

Me quedé hablando con Aye la profesora de taller, mientras el resto del grupo se retiraba, caminamos a tomar el colectivo, nos encontramos con Martín, un ex estudiante del 7 que hoy es docente en la Escuela 5 donde realizamos las prácticas y con quien veníamos compartiendo bastantes viajes y muchas charlas, hablando de la docencia en la escuela pública y como estaba realizando ese tránsito. En ese momento se suma a la conversación un chico que estaba en la parada, saluda muy efusivamente a Martín, él me comenta que es un ex alumno de la escuela y que hoy se encuentra en el secundario, juntos recordaron escenas, vivencias, compañeros, experiencias y se despidieron.

Uno deja el cuerpo, la cabeza y el tiempo en esta profesión, sin dudarlo. Al repensar estas escenas siento que uno deja también huellas en los distintos caminos de los alumnos, huellas que no son efímeras: el tiempo, los recuerdos, la cantidad de energía implicada en todo el proceso educativo son cuestiones que no se degradan, y que a cada uno lo interpelan de distintas formas, pero de lo que estoy seguro es que muchos de esos pibes nos dejan mucho más en estos recorridos.

Los recuerdos, los dolores de cabeza, los enojos, los momentos felices nos forman y nos reforman todo el tiempo; el tránsito por las escuelas es una parte de la formación que cada uno disfrutará más o menos, en donde se alinearán o no los planetas para que ese tránsito sea de una forma u otra, pero siempre vale la pena transitar la escuela, disfrutar ese ida y vuelta en donde todos dejamos y recibimos, esa construcción es con el otro o si no, no lo es.

“Acuerparse....y que los efectos se nos queden en la piel, en los ojos, en el corazón y en las ganas de acuerpar a otros. Siempre parece poco. Siempre vale la pena”.

El último día del Taller 5

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Transitar la escuela