La gran SIETE Año 2 N° 2 | Page 6

Editorial

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-la gran siete-

un recorrido y simultáneamente inauguran el cambio. Quien asume la conducción de una institución, acepta la responsabilidad de ponerse a la cabeza de las decisiones. Y, al mismo tiempo, tiene permanentemente la institución en la cabeza.

TENER LA INSTITUCIÓN EN LA CABEZA…

…puede llegar a ser un peso insoportable o vivirse con la alegría y satisfacción de quien tiene la ocasión de promover la construcción de vínculos para articular propuestas, potenciar saberes y experiencias, hacer posible que el deseo circule motorizando las acciones. Destrabar lo que se obtura, colaborar para que las nuevas ideas encuentren el trampolín para pegar el salto. Ver un horizonte que pone la brújula más allá de una cotidianeidad que puede atraparnos en la queja. Y en paralelo, estar atentas a los emergentes, las palabras en pasillos y escaleras. Aprender a ponderar esto que ocurre en los intersticios, darle un lugar a lo que a veces aparece de manera solapada en las voces que circulan, que dicen lo que algunxs no se animan a manifestar abiertamente. Ubicar las generalizaciones, ponerles coordenadas que les den sustento o dejar pasar alguna situación fugaz que asoma magnificada y que, reflexión mediante, adquiere una nueva perspectiva. Poner una pausa cuando el enojo entra como una avalancha y ayudar a leer sin la opacidad de los desbordes. Escuchar, si es posible, con equilibrio. Contemporizar y siempre, siempre, desde el respeto y la valoración -¡aunque a veces cueste!- de quien se expresa.

Tener la institución en la cabeza, entonces, es la oportunidad de mirar un paisaje repleto de posibilidades, considerando a todxs lxs interlocutores en condiciones de conformar equipos para desplegar los proyectos. Y en la combinación de madejas, trabajar para tejer nuevas tramas, poner en contacto a quienes no se conocen y sostener la emergencia de encuentros renovados.

NADIE PUEDE SOLO

Una institución es producto de una producción colectiva. Una narrativa que se construye día a día con las voces que se encuentran para cantar una melodía común, repleta de matices, sonidos que armonizan, desentonan, se cuelan, se deslizan, estallan…No hay nada natural o indiscutible en ese devenir.

La dimensión del conflicto, inherente a todas las instituciones, pone de manifiesto la diferencia, constitutiva de cualquier organización. Una multiplicidad de sujetos que asumen diversas funciones para desarrollar un proyecto. Cada unx porta un incalculable número de ideas, saberes, expectativas, emociones y deseos, reunidos y convocados por un profundo sentido político como es, en este caso, el de formar docentes. Imposible pensar tamaña meta sin considerar estas variables que requieren establecer acuerdos para motorizar destinos y la definición de un equipo que se encargue de la conducción. Se trata entonces de encontrar los modos de anudar tramas que nos animen al trabajo, con la mirada en el interés colectivo. Un devenir que en los tiempos que corren resulta vertiginoso.