La gran SIETE Año 2 N° 2 | Page 55

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descargarse para dormir mejor. Oscar se quedaba dormido instantáneamente, y Fabiana se quedaba con un sabor desagradable. Esas noches fumaba a escondidas de su marido desde la ventana de la cocina.

Un sábado, Fabiana le planteó que ya no podía más, que no estaba contenta. Que creía que se quería separar, estaba harta de la rutina. Le dio un ultimátum. A Oscar le cayó como un baldazo de agua fría. Discutieron toda la tarde, y Oscar le propuso mudarse a algún lugar más barato y buscar mejores laburos. Ese mismo día Oscar se puso a buscar alquileres en zona Oeste. Le deprimían hasta los nombres de las calles: “Camacuá”, “Pablo Simbrón”, “Carabobo”. Él no iba a vivir en ninguna calle con esos nombres. Se acordó de Hernán, su amigo de la infancia, que se había ido a vivir a Rosario. Lo charló con Fabiana y a ella se le iluminó la cara. Le dijo que le gustaba la idea, que estando allá tal vez podría abrir su propia confitería. Hacía unos meses había ocurrido la tragedia de Once. Su hijo mayor se tomaba ese tren todos los días. A Oscar le daba escalofríos pensar qué hubiera pasado si Javier hubiese estado en ese tren. Le gustaba la idea de irse a una provincia más tranquila, donde ese tipo de cosas no pasaban.

El viaje lo hicieron en un camión destartalado. Para los chicos fue una aventura, Oscar y Fabiana tomaron mate todo el camino.

Cuando llegaron a su casa nueva aparecieron algunos vecinos a saludar. Los ayudaron a descargar las cosas y se sentaron en la vereda, en un banco de cemento que tenía incrustados pedacitos de cerámica de colores.

Alberto, el vecino de al lado, se presentó y les presentó a Liliana, su mujer. Les contó a los Poltronieri que su hijo se había ido a estudiar a Córdoba porque ya había terminado la colimba. Oscar no entendió qué había querido decir Alberto. La colimba había terminado en el `94, tal vez era una expresión pueblerina. Se quedaron charlando largo rato. Al día siguiente, Fabiana fue a la carnicería del barrio. Compró medio kilo de paleta y el carnicero le regaló un imán con calendario. Lo pegó en la heladera porque le había gustado la imagen de la pareja bailando tango. La fecha era de 1981.

Por Marcela Carranza, Andrea Sucasas, Lién Naom y Martina Larumbe