Recurrimos a María José Frá4, quien fuera la impulsora de las relatorías en el normal 7 y nos cuenta…
“En el Normal empezamos con esta práctica cuando asumí la coordinación del campo de las Prácticas Docentes en el año 2011. Me impulsaban esas dos certezas construidas en la sala como formadora de residentes desde el rol de maestra: el relatar y la escucha del otro. Los profesores recibieron la propuesta con entusiasmo y así surgieron las relatorías.
Es interesante resaltar el carácter colectivo que posee desde su nacimiento, en el cual se fue construyendo un modo específico de encuentro destinado a la reflexión. Las consignas a desarrollar en estos espacios fueron cambiando, los modos de exposición y los intercambios generados también. Esto fue configurando un nuevo espacio de intercambio para los alumnos y docentes. A partir de evaluaciones periódicas sobre lo sucedido en los encuentros”.
Podemos identificar dos grandes aportes. Por un lado, el intercambio con compañeros más allá de la instancia curricular que están cursando promueve la creación de lazos, apoyos, sostenes entre ellos. Por el otro, se puede anticipar lo que van a vivir, lo que suele generar tranquilidad. Los alumnos que ya han transitado los talleres resignifican su experiencia al trasmitirla, “cederla” a sus colegas.
En relación a este punto algunas alumnas comentan:
“En los inicios de la carrera no le di mucha importancia a ese espacio, sino que lo tomaba como una instancia de evaluación más. Recién a partir del taller 3 y 4 empecé a valorar el momento de relatorías como una oportunidad de intercambiar experiencias. Por otro lado, siento que también ayuda a comprender de qué se tratan otros talleres, algo que siempre da miedo en el transcurso
de la carrera”.
(Camila, Taller 5)
“Para mí siempre fue un espacio raro, me acuerdo que en los primeros talleres no me resultaba tan interesante porque lo sentía muy lejano. Me cruzaba con las alumnas por ejemplo de Taller 5 y me costaba capitalizar lo que ellas trasmitían, hasta usaban palabras que no conocía. En la relatoría de Taller 3 y 4 intensivo decidimos con mi compañera focalizarnos en lo que nos había pasado en esta experiencia, no tanto en las propuestas que realizamos, sino en cómo lo vivimos. Tomamos el concepto de sostén como guía para la relatoría, no solo pensando en los niños sino en que los adultos, en este caso las practicantes, también necesitamos ser sostenidas. Las relatorías a mí siempre me sirvieron en términos más emocionales. Pensar un espacio colectivo que escape de la “soledad” del docente. La relatoría es un lugar para encontrarse con otros que también la vienen viviendo (o “padeciendo”), y te permite cerrar ese ciclo, eso que pasó, con otras compañeras y docente generando un espacio de contención.
(Daniela, Taller 5)
“Los espacios de relatoría representan para mi, más que nada, un encuentro. Muchas veces escuchamos las experiencias "en el pasillo", pero este espacio de alguna manera legítima esos intercambios. “
(Amanda, Taller 5)
La relatoría no solo es un espacio de intercambio entre alumnos/as, también permite el intercambio entre profesores/as. Se convierte en un instrumento importante para evaluar nuestro propio quehacer formador.
A través de las exposiciones de los/as estudiantes nos preguntamos qué aprendieron y qué dejaron de aprender, qué construcciones realizaron a partir de nuestra propuesta inicial, entre otros.
Al igual que los cursantes, los/as profesores fortalecemos nuestros lazos al compartir un espacio colectivo, conocemos otros modos de trabajo y logramos repensar nuestras instancias curriculares a partir de visualizar el proceso vivido por los estudiantes propios y de otros talleres. Estos intercambios fortalecen el trabajo articulado entre talleres, generando del campo de las prácticas un trayecto coherente y espiralado que acompañe el crecimiento de
las/os estudiantes.
Por Valeria Feder y Paula Roffo
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Cómo surgen las relatorías en el 7
¿QUÉ LE APORTA ESTE ESPACIO A LAS/OS ALUMNAS/OS?
¿QUÉ LE APORTA A LOS/AS DOCENTES?