La gran SIETE Año 2 N° 2 | Page 22

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El espacio de relatorías en la formación docente

Con respecto al primer momento, el de la escritura, resaltamos el valor del ejercicio de escribir. Éste brinda fundamentalmente la posibilidad de tomar distancia para objetivar, desnaturalizar, volver sobre lo obvio y problematizar. Al mismo tiempo, permite volver sobre lo hecho para la reflexión crítica y alentar el intercambio y la socialización de experiencias cotidianas.

Por otro lado, es interesante alentar la instancia de escritura a partir de la práctica por varias razones: permite encontrar una forma organizada de plasmar nuestro pensamiento e ideas y hacerlas comunicables a los otros; colaboramos a crear el hábito de escribir, como parte ineludible de la tarea docente reflexiva; favorece la producción de saber de experiencia3, dado que la experiencia no garantiza mecánicamente el aprendizaje o por lo menos un aprendizaje reflexivo y por último, alienta y prepara a nuestros/as estudiantes para futuras participaciones en distintas instancias académicas tan necesarias para el crecimiento profesional.

En el segundo momento, luego de la lectura, se abre un espacio para la pregunta o comentarios del público. Es importante animar estos comentarios, tanto de profesores como de otros estudiantes, ya que muchas veces aportan miradas y lecturas renovadas o puntos de vista diferentes que amplían la comprensión o ayudan a tomar mayor dimensión de la complejidad del acto educativo.

Es interesante cómo al contar a otros, la palabra vuelve a uno, pero habiendo pasado por otros, vuelve modificada, abriéndose la posibilidad de nuevas lecturas y significaciones. El trabajo con la teoría no es menor. Se trata de interpelarla, de preguntarle, de marcarle los límites o de nutrirse en pos del deseo de hacer avanzar la práctica, de hacerla un poco más comprensible y por qué no, controlada en función de la buena enseñanza. Y así volver a empezar, otra vez la práctica interpelando a la teoría.

Si bien proponemos realizar estos encuentros al finalizar el cuatrimestre, no pretendemos que los mismos se conciban como cierres comunes a las cursadas de materias o seminarios. Más bien son pensados como instancias para abrir debates, plantear interrogantes, hacernos preguntas. El espacio de la relatoría genera una nueva apuesta en estos cierres, ya que, como dijimos, la reflexión y/o devolución de lo vivido se despega del papel individual y se trabaja en forma colectiva con otros.

Recurrimos a María José Frá4, quien fuera la impulsora de las relatorías en el normal 7 y nos cuenta…

“En el Normal empezamos con esta práctica cuando asumí la coordinación del campo de las Prácticas Docentes en el año 2011. Me impulsaban esas dos certezas construidas en la sala como formadora de residentes desde el rol de maestra: el relatar y la escucha del otro. Los profesores recibieron la propuesta con entusiasmo y así surgieron las relatorías.

Es interesante resaltar el carácter colectivo que posee desde su nacimiento, en el cual se fue construyendo un modo específico de encuentro destinado a la reflexión. Las consignas a desarrollar en estos espacios fueron cambiando, los modos de exposición y los intercambios generados también. Esto fue configurando un nuevo espacio de intercambio para los alumnos y docentes. A partir de evaluaciones periódicas sobre lo sucedido en los encuentros”.

Podemos identificar dos grandes aportes. Por un lado, el intercambio con compañeros más allá de la instancia curricular que están cursando promueve la creación de lazos, apoyos, sostenes entre ellos. Por el otro, se puede anticipar lo que van a vivir, lo que suele generar tranquilidad. Los alumnos que ya han transitado los talleres resignifican su experiencia al trasmitirla, “cederla” a sus colegas.