comienzos una fuerte formación en torno a los valores y el respeto a las normas, claramente visible en la formación básica y común de la educación primaria. Libros respecto a las formas del deber ser el hombre y la mujer eran enseñados en las escuelas, modos de organización familiar, hasta cosas que el docente podía o no realizar. El método de enseñanza vigente por muchos años, se basó en los castigos y métodos autoritarios de aplicación de las normas (a pesar de que Durkheim no lo recomendaba). Este diseño del desarrollo de la moral fue criticado por su falta de planteo de rebelión, transformación y construcción de nuevas formas más justas, llevando a nuevas concepciones y formas de enseñanza. (Puig Rovira, 1996)
El planteo actual del diseño curricular plantea un “pasaje de prácticas autoritarias a prácticas democráticas”, promoviendo “la reflexión sobre criterios para la toma de decisiones, la crítica de las acciones observadas y la detección de los supuestos e implicancias de las justificaciones”, (Diseño Curricular, 2004). A pesar de ello, aquellas viejas prácticas siguen presentes en la escuela:
“Con algunos profesores intentaba hacer que coincidan conmigo pero después entendí que era complicado, que no se podía.” (Alumno de 7mo grado)
“No es lo mismo decirles no, no se puede. ¿Por qué? Porque no, yo te dije que no. Sino retomar, cada vez, que las normas existen, se hicieron justamente para cuidarlos a ellos. No por un capricho nuestro de decir no, para que se aburran.” (Docente de 2do grado)
Si bien los modos aconsejables del tratamiento de los conflictos se han modificado, los conflictos no desaparecen, ni pareciera que el problema con las normas vaya a reducirse en un futuro cercano. Muy por el contrario, en el imaginario social los niños cada vez “hacen menos caso”, “hacen lo que quieren”, “no respetan la autoridad”. ¿Es realmente así? ¿Hay acaso una falla en la educación?
Retomando a Durkheim, para que las normas sean obedecidas era necesario el “respeto por la autoridad” y el “sentido de regularidad” que conforman el “espíritu de disciplina”. Podemos pensar que el hecho que en la actualidad las diversas formas e instituciones de autoridad (familia, colegio, policía, estado, justicia) hayan perdido su fuerza o respeto por parte de la sociedad, influya en la falta de adhesión al orden y a las normas impuestas por ellas.
“Los docentes estamos cuestionados permanentemente, pero bueno” …”No podemos esperar solamente que, bueno, este pensamiento antiguo de que porque lo dice la maestra hay que hacerlo.” (Docente de 7mo grado)
Al escuchar a esta docente, podemos pensar que la sumisión pasiva a las reglas tampoco ya es deseable en los alumnos. Hasta podríamos pensar que hay algo en la educación actual que justamente fomente esta continua indagación a las figuras de autoridad, producto de la enseñanza crítica de la realidad. Los docentes ya no son portadores de la absoluta verdad ni ejemplos vivientes de los valores sostenidos por la sociedad. Ni pretenden serlo. Al contrario, enseñan que las reglas no son absolutas, que están para el bien colectivo, que se pueden poner en discusión, negociarse y cambiarse.
Si hay algo que todo docente se debe preguntar al menos una vez es ¿cómo formar sujetos moralmente correctos? ¿Qué es una moral correcta? ¿Qué sería la formación de personas justas? Piaget afirma que “los individuos tienen que superar la heteronomía moral, basada en la obediencia a los adultos y las tradiciones sociales que ellos encarnan, en pos del desarrollo de una moral autónoma.” El desarrollo moral es concebido como “la marcha incesante desde estados de pensamiento menos racionales hacia estados más racionales” que los lleva a juicios cada vez más óptimos y deseables. (Piaget, 1932)
La justicia
La indagación constante a la autoridad no se produce solo en los chicos sino también en los adultos. En un país en donde la confianza en el sistema judicial mismo está quebrada, ¿Cómo podríamos entonces pretender que los niños hagan caso a sus docentes?
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Por Gabriela Ono