La gran SIETE Año 1 N° 1 | Page 55

supone la supresión de todo lo ingobernable (por ejemplo, la muerte, el cuerpo, el tiempo y sus mudanzas, lo irracional y lo diferente).3

Las significaciones, insiste Montes, surgen del enigma. La seducción de los textos está en su funcionamiento como acertijo, su invitación al lector a explorar y descubrir.

Es esa actitud, la del juego del explorador, la que clase a clase llevamos a cabo en el taller. Pero para poder jugar el juego del explorador, para adentrarnos en el enigma de los textos hay que aprender a tolerar la incertidumbre y la ambigüedad.

Durante la lectura de las obras de autores consagrados y durante la lectura de las propias escrituras, los alumnos descubren que la palabra poética, la palabra artística no está destinada a delimitar certezas, sino más bien a abrir interrogantes.

Podríamos decir que el taller es un lugar y un tiempo para explorar el lenguaje de la incertidumbre. Hay demora, hay degustación pausada en la lectura de los textos, y claramente esta actitud es, a mi juicio, en el mundo que nos toca vivir, un gesto de resistencia.

¿Acaso es el grito un cuchillo

lanzado por el cristal de los labios?

¿Cómo libera el violín

su lluvia de alfileres?

(Lorena Gutierrez. Alumna ENS 7)

En el taller aprendemos a “no entender” los textos y a disfrutar de ello. “No entender” en el sentido de un intercambio pragmático y certero entre palabras y significaciones.

Mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos, en eso consiste la rebelión nos dice Pizarnik en su poesía.4 Hoy como nunca las palabras de Pizarnik cobran sentido. ¿Por qué digo esto? Porque pareciera que hoy, como nunca, todo debe tener un fin pragmático y utilitario, incluso y especialmente el uso del lenguaje.

Muchos de ellos desconocidos por los alumnos y otros no tanto: Anderson Imbert, Stephen Vincent Benét, Ambroce Bierce, Camilo Blajaquis, Truman Capote, Santiago Davobe, Lafcadio Hearn, Virgilio Piñera, Alan Lightman, Octavio Paz, Guy de Maupassant y entre los más conocidos: Julio Cortázar, Alejandra Pizarnik, Silvina Ocampo, Franz Kafka, Gómez de la Serna, Oliverio Girondo…

¿Cuál fue el criterio para la selección de los textos? Pues nada más ni nada menos que “las sombras”.

“Una prueba rápida, bastante segura, para saber si un cuento es idóneo es ver si ofrece un buen número de ‘sombras’. Incluso una lectura rápida con esta pregunta en mente ayudará a dejar de lado cuentos que son demasiado didácticos y, por lo tanto inadecuados para estimular la imaginación. (…) los cuentos con mensajes didácticos completamente cristalinos tal vez no conduzcan a una discusión interesante y lo mejor sea no tenerlos en consideración.5

Esto señala Sarah Hirschman en su libro: Gente y cuentos ¿A quién pertenece la literatura?

Nuevamente aparece la idea de la sombra, ahora para decirnos que no es la claridad, ni la certeza lo que invita a adentrarse en un texto. Es el enigma, lo no dicho, lo oculto, lo incierto y quizá nunca posible de hallar lo que incita a los lectores.

“Los textos que leímos me parecieron muy bien seleccionados para provocar, al menos a mí personalmente, sorpresa y extrañamiento. Me hicieron reflexionar, me dejaron pensando, sobre todo los cuentos fantásticos, que invitan a la creación, me dejaron con la duda porque casi nunca encontré una explicación.”

(Silvana, alumna ENS 7)

Un taller literario es un lugar para detenernos a amar el lenguaje. Para amar las palabras debemos raptarlas de los textos más potentes, de los mejores escritores.

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Por Marcela Carranza, Camila Javes, y María Fernanda Miceli