La gran SIETE Año 1 N° 1 | Page 52

compromete a mirar cada hoja y dilucidar a qué materia pertenece. Le digo que esta bueno tener la carpeta ordenada así cuando tiene que estudiar tiene todas las actividades juntas. Me dice que sí, y que después va a poner sus pruebas en un folio.

Me dice su “Gracias, profe” y se sienta a trabajar en grupo.

En la prueba de matemática que tomó la maestra, solo tres chicos, de los veintiuno, habían aprobado. Sabía que iba a suceder eso, porque había trabajado con ellos y sabía que no iban a poder resolver esa prueba.

Pedro se tapa la cara. La maestra le dice ¿qué te pasa, Pedro? El no responde. Pienso que yo tampoco lo haría delante de todos. Salimos afuera del aula a conversar.

Pedro me dice “todo me sale mal”

Yo- ¿Por qué decís eso?

Pedro - Porque todo lo hago mal

Yo- Pero no te pongas así, estás aprendiendo; uno no aprende de un día para el otro. ¡Venís trabajando muy bien!

Pedro- Pero recién en la prueba de Lengua también. En el ejercicio de pasar los sustantivos y adjetivos a verbos no me acordaba. Yo creo que sé pero después en la prueba no me sale nada bien.

Yo- ¿En las demás materias como venís?

Pedro- Tampoco me va bien. Es que pasé el fin de semana estudiando Lengua y mañana es la prueba de Sociales y no sé. Es de inmigrantes y un montón de cosas.

Yo- La maestra les toma lo que está en el manual: hoy leelo, anotate en una hoja las cosas importantes. Sabés que te va a preguntar ¿De dónde vinieron? ¿Por qué? ¿Qué les ofrecían acá?

(Pedro responde todas las preguntas sobre los inmigrantes)

Yo- ¡ves que sabés! Sos un chico muy capaz, en la prueba escribí todo esto y con seguridad, si en algo te equivocás no pasa nada, es parte de aprender. Yo estoy para ayudarte. Vas a ver como en este tiempo las sacás adelante. Vos poné de tu parte para dar lo mejor que puedas.

Pedro:- Sí, gracias, seño ¿me puedo ir a lavar la cara?

Reflexiones a partir esta escena con Pedro.

Era imposible conectarlo con la actividad que proponía. No paraba de darse vuelta, de hablar, de reírse, de molestar a su compañero… Verdaderamente ya no sabía qué hacer para que se tranquilizara.

¿Por qué Pedro no estaba interesado? ¿Qué actividad estaba proponiendo en aquél momento? ¿Cuál era la mejor manera de convocarlo? Mis reiterados “llamados de atención” no funcionaban porque eran palabras sueltas, carentes de sentido, y pretendía que acatara algo por el simple hecho de decirlo. Comprendo que el ser alumno se construye en el día a día fundamentando las decisiones que tomamos como docente y que aquello que le exigimos a los alumnos tiene que tener valor, no ser una simple imposición

Y entonces, después Florencia se pregunta ¿Cómo es posible que tenga que cargar él con tal frustración cuándo el problema está en otro lado? Si el problema no está en él sino en la enseñanza, en el modo de evaluar, en la escuela. Si las propuestas de enseñanza en vez de ofrecer posibilidades de aprender, son un “como si” serán algunos chicos los que puedan seguir las clases, y al resto no les quede más que luchar con sus frustraciones o resignarse.

El rol del docente como autoridad, no está dado por el simple hecho de presentarse frente a los alumnos en el aula. Debe de construirse desde una vinculación justa y equitativa con los alumnos. El resultado de la convivencia en el aula no es consecuencia de alumnos “que no entienden”, “que no acatan”, “que no les importa nada” sino resultado del trabajo que el docente haya instrumentado y sostenido en el tiempo. Debemos implementar los límites no desde la prohibición sino desde la posibilidad: existen límites porque son necesarios para una convivencia más justa y respetuosa. Enunciarlos desde la posibilidad (“no se puede tal cosa, pero sí podemos tal otra”), supone enmarcar nuestras decisiones en un por qué, una justificación y ofrecerles a los alumnos otras alternativas de acción. Para que puedan desarrollar autonomía sobre su comportamiento es necesario que los límites y las posibilidades sean claras y un rol docente beligerante sobre aquellas cuestiones que no se discuten porque tienen que ver con el cuidado de uno mismo y de los otros.

Debemos de construir una escuela cada vez más justa porque es el compromiso de la misma formar sujetos autónomos y críticos que posean las herramientas para construir una sociedad más equitativa.

Nicole, de 7mo, la hermana de Pedro

Después del relato de Florencia, quería agregar que Pedro es hermano de una alumna de 7mo, Natalia. Según, la maestra, Natalia es”la que más estudia”, “la que mejores notas tiene”, etc. Así que su razonamiento será: si a Natalia le va bien y a Pedro no, que viven en la misma casa, es porque Pedro no estudia.

Hoy estábamos corrigiendo las pruebas; la maestra llama a Natalia para mostrarle la prueba de su hermano, cuya calificación era un 3. Transcribo el diálogo a fin de que sea más fácil de entender.

Maestra: Mirá, Natalia, esta es la prueba de tu hermano.

Natalia: Ah.

Maestra: Te la muestro para que veas, ves se equivoco acá, escribió mal esto, acá conjugó mal los verbos, no reconoce que es un verbo. Es 6to grado.

Natalia: Claro, en mi casa cuando le va mal, se la hacen rehacer, así que si querés dásela , así la rehace.

Maestra: Le voy a sacar fotocopia, así la rehace. ….

Nos preguntamos por qué esta escena, por qué no se sienta la maestra a señalarle los errores a Pedro y no a Natalia. ¿No sería eso lo que corresponde hacer? ¿Mostrarle el error a quien lo comete y explicarle dónde está y qué hay que hacer para subsanarlo? Mostrarle el error a otro funciona como un castigo.

Usted preguntará por qué contamos. Escritura colectiva de una bitácora

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