Al volver sobre estas interesantes producciones, pienso en todo lo que se puede hacer en una sala en el marco de una propuesta didáctica sobre adivinanzas, en todo lo que podemos enseñar sobre la escritura (conocer características de las adivinanzas, aprender a dictar e incluso a escribir por sí mismxs) y sobre la lectura (leer para pensar, descubrir significados, para disfrutar). Además del disfrute que vimos en los niñxs, me gustaría señalar lo gratificante que fue para nosotras ver una propuesta que pensamos en marcha, desarrollándose con éxito.
Cuando estábamos creando la propuesta, me imaginé que se iban a entusiasmar y que iban a querer crear pero igualmente me sorprendió su reacción, que vayan corriendo hasta el espacio con tanta predisposición, los textos que inventaron me parecen bellísimos, sumamente creativos. Me parece interesante cómo emerge esta brecha entre lo que imaginamos y lo que sucede. En este sentido, nos gratifica ver que pudimos crear una escena valiosa, que permitió el encuentro y el despliegue de ideas. Es decir que sucedió mucho de lo que pensamos pero que lxs niñxs fueron más allá, trascendieron nuestras ideas con su imaginación.
A modo de cierre quisiera compartir una anécdota personal. Cuando comenzamos a pensar en el sector de adivinanzas, en seguida recordé un libro de Elsa Bornemann que nos regaló mi papá a mi hermana y a mí. Un libro grande de tapa dura, que en su momento era enorme y lo sigue siendo. Recordé una adivinanza que incluimos en la selección y que pude leer a un grupo. Justo esta generó muchas caras de asombro y de “cómo puede ser”, fue tal vez, una de las más desafiantes que me tocó leer. La leímos y la re-leímos, en una repetición que fue juego y recuerdo para mí. Con mi hermana nos sorprendíamos igual tratando de deducir esta adivinanza. Comparto la página del libro con ilustración y texto para que vos también puedas adivinar.
-la gran siete-
Adivina, adivinador ¿Es poesía, es una descripción, es un desafío, es un juego?
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