La Falsificación de la Realidad La Falsificación de la Realidad | Page 70
La Falsificación de la Realidad
existente entre el laborismo y los colonos fundamentalistas judíos dentro del
Estado de Israel. Vista desde ese ángulo fue y es cada vez más clara la hipótesis
de que los atentados expresaron la lógica de una crisis intrajudía de naturaleza
excepcionalmente grave.
La falsedad de la hipótesis sumistrada inicialmente al gobierno argentino por
los servicios de seguridad israelíes queda doblemente demostrada en el
lamentable espectáculo que produce el canciller argentino en el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas durante los primeros momentos del episodio;
y en el rol tragicómico del juez Galeano (20), quien promete -apenas llegado de
Venezuela en donde fue manipulado por la inteligencia norteamericana- que el
país entero se "caerá de espaldas" ante las revelaciones que, de manera
inminente, él mismo se encargará de realizar, a partir de las confesiones de un
falso agente de origen iraní. Es la primera aparición en escena de Manoucheh
Moatamer, quien le informa a Galeano, en Caracas ya en 1994, sobre la
inminencia de un "tercer atentado" terrorista que aún no se produjo.
A finales de 1997 el señor Moatamer entra nuevamente en el escenario. Hace ya
tres años que vive en los Estados Unidos, sin embargo se mantiene muy bien
informado sobre lo que sucede en el interior del gobierno iraní. El juez Galeano
lo sigue considerando, sin duda, un experto sobre "terrorismo islámico", ya que
lo volvió a visitar en Los Ángeles en donde el "arrepentido" iraní le entregó
documentos "clasificados" que señalan a Irán, por enésima vez, como promotor
de los atentados (21) pasados, y responsable de los futuros aún no realizados.
Como se recordará, en 1994 el propio Moatamer anunció, ante el mismo juez-
marioneta, la inminencia del "tercer atentado terrorista" aún no devenido ("La
realidad aún-no-devenida" es el núcleo conceptual de El Principio Esperanza,
magna obra del célebre filósofo judío-alemán Ernst Bloch). No se trató, esta vez,
de la edición de ninguna obra magna, ni siquiera de la explosión de ninguna
bomba, sino de la difusión a través de todos los medios existentes en el país de
los argentinos, de cuatro comunicados, firmados por la Presidencia de la Nación
(jueves 11 de agosto de 1994). La Secretaría de Medios de Comunicación
anunció "la inminencia de un nuevo atentado del terrorismo internacional", que
podría producirse en cualquier momento, en cualquier punto del territorio
nacional (y, aún, "en países vecinos"), y sobre blancos no especificados. Nada ni
nadie estaría a salvo de una muerte probable a partir de ese instante
apocalíptico, según la palabra oficial.
Se impartieron órdenes de organizar y poner en "estado de alerta", sólo en el
ámbito de la Capital Federal, nada menos que a "150 quirófanos y a 250
médicos repartidos en 33 hospitales". Todo ese plantel sanitario estuvo
reforzado por "50 ambulancias, tres equipos de terapia intensiva, una unidad de
catástrofe, bancos de suero y de sangre" y un larguísimo etcétera
preanunciadores de un drama inminente y sin precedentes, al menos en la
70