LA FALSIFICACIÓN DE LA REALIDAD - NORBERTO CERESOLE La falsificación de la realidad WEB | Page 139
Norberto Ceresole
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Una tarde, al comienzo de la primavera de 1997, sube al mismo vagón del Metro
de Madrid donde yo viajaba, un joven matrimonio indígena, de los Andes
suramericanos. El hombre llevaba en brazos a una niña, que podría tener un
año de edad, aproximadamente.
Primero veamos el escenario. Los usuarios del Metro de Madrid- a diferencia del
de París (9), del Underground de Londres, o del U-Bahn de las ciudades
alemanas más populosas- son (aún) predominantemente blancos, es decir, son
de raza blanca (10). La entrada de la pareja con la niña llamó la atención.
Los rasgos faciales de la pareja eran ciertamente andinos (¿Ecuador?, ¿Perú?,
¿Bolivia?), pero los de la niña eran acusadamente andinos, extremadamente
indígenas, literalmente asiáticos. Era como un grito profundo de una tierra
perdida y de una cultura olvidada, que había sido -y sigue siendo- masacrada,
expoliada y expulsada hacia la periferia de sus antiguos dominios terrestres por
la raza de los blancos y, aun, por los diferentes tipos de mestizos.
Quedé fascinado ante el rostro de la niña. Un rostro no sólo bello casi en
extremo, sino racialmente perfecto, sin una molécula de mestizaje. Era un
rostro esencial y eternamente distinto a cualquier otro rostro de cualquier otro
niño blanco.
Como un indomable ejército de sombras me atropellaron de inmediato los
recuerdos.
Treinta años (¡treinta años!) antes de aquella tarde de finales de abril de 1997
yo me encontraba no en un Metro blanco de una ciudad que, contra toda lógica,
se empeña en ser "europea" (sea lo que fuese ser "eso"), sino en la cima de los
Andes peruanos. Era un joven intelectual "educado" en una universidad blanca,
de una ciudad blanca, cosmopolita y culturalmente judaizada (Buenos Aires) y
me encontraba provisto de la casi totalidad de la ideología (cultura) blanca
(europea): desde Carlos Marx hasta Max Weber, y de la sociología
norteamericana "progresista" de la época (que mucho más tarde supe era una
herencia del exilio de la "Escuela de Frankfurt"), pasando - naturalmente- por
Sigmund Freud y la recién iniciada escuela de sicosociología.
Junto a un pequeño grupo de hombres jóvenes de la élite blanca peruana
recorríamos los pueblos de los imponentes Andes centrales peruanos. Durante
meses convivimos con los supervivientes demográficos del gran Imperio Inca.
Comíamos como ellos, dormíamos en sus casas, tratábamos -siempre con una
total muy buena intención- de acompañarlos en sus trabajos.
Ellos nos toleraban más o menos amablemente. Siempre a la distancia. Se
protegían de nosotros con la barrera idiomática: fingían no hablar castellano:
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