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Los obreros, dispuestos alrededor de una cinta transportadora móvil, reciben una pieza y proceden a fijar otra. Una vez realizada la operación, volvían a colocar la pieza en la cinta para que otros trabajadores continuarán con la tarea de montaje. Al final de la linea se ensamblaje, aparecia el producto terminado.
El sistema, que los empresarios consideraban altamente “racional”, garantiza el control del ritmo productivo de sus empleados, que quedaban sometidos a la realización de tareas repetitivas y rutinarias. Como la cinta circulaba a un ritmo regular, no eran necesarios capataces para que vigilan personalmente el ritmo de trabajo de cada obrero.