LA ECONOMÍA DE MÉXICO EN EL TLCAN: BALANCE Y PERSPECTIVAS FRENTE AL T VOLUMEN 19-LA ECONOMIA-VERSION DEFINITIVA-17-MAYO- | Page 511

514 MA. BEATRIZ GARCÍA CASTRO fine por la competitividad de sus empresas, las que dependen de una serie de factores internos y externos para alcanzarlas. Estos factores fueron resu­ midos en lo que hoy se conoce como el “diamante de Porter”, que enfatiza la necesidad de incluir elementos contextuales y sistémicos para alcanzar dicha competitividad. Independientemente de los esquemas que se adopten para ilustrar esta idea, es indiscutible que el desarrollo de la competitividad pasa por diversos elementos, entre los que aparecen a nivel de empresa y a nivel de siste- mas los costos, la calidad, la eficiencia y la innovación en la producción, que a su vez dependen de los recursos y capacidades tangibles e intangibles. De éstos, las ventajas que otorgan los bajos costos asociados a bajos salarios o abundancia de materias primas (el petróleo, por ejemplo), son las que se agotan más fácilmente, en tanto que las ventajas derivadas de las innovacio­ nes de productos, procesos o tecnológicas son las más duraderas. La mayor productividad asociada a la innovación en productos y procesos y a mejor calidad en los productos y los servicios, necesariamente tiene elementos que atañen a las capacidades de las empresas, otros elementos se relacionan con el conjunto de éstas en la propia industria y las actividades productivas relacionadas en la cadena de valor (clúster) y, por último, otros elementos se relacionan con factores institucionales que favorecen o debilitan la compe- titividad de las empresas. La competitividad de las empresas en mucho depende de su vinculación como red para la realización de acciones conjuntas y coordinadas que tie- nen como consecuencia el aumento de la eficiencia colectiva; acciones que facilitan un sistema eficiente para la circulación y la transmisión de infor- mación relevante, que posibilita la difusión de innovaciones tecnológicas y organizacionales a nivel local, y la introducción de nuevos productos de acuerdo a las tendencias percibidas o creadas respecto a la demanda de los clientes. Estas acciones dependen en gran medida de elementos institucio- nales. Sin duda, la estrategia competitiva más frecuentada (y con menos perspec­ tiva de éxito sostenible a largo plazo) es la que explota de manera estática ventajas en costos reales (por una dotación privilegiada de factores o por el abaratamiento de costos vía contención salarial o subsidios a la producción). Los bajos salarios constituyeron el eje sobre el que se relocalizó la in­ dustria de la confección a partir de los años ochenta del siglo pasado, lo que favoreció el desarrollo de la industria textil y del vestido en México. Ante la competencia de estas economías y para evitar perder competitividad, los países desarrollados establecieron sistemas de regulación al comercio inter­ nacional y procuraron la producción automatizada de las confecciones (Mi- nian et al., 2017), dando caso al Acuerdo Multifibra a al ATC de la ONC.