LA ECONOMÍA DE MÉXICO EN EL TLCAN: BALANCE Y PERSPECTIVAS FRENTE AL T VOLUMEN 19-LA ECONOMIA-VERSION DEFINITIVA-17-MAYO- | Page 444

LA INDUSTRIA AUTOMOTRIZ EN MÉXICO Y EL TLCAN 447 que se llamó la mexicanización de la industria (decretos automotrices de 1962, 1972, 1977, 1983 y 1989). Sin embargo, todas ellas habían sido bien sorteadas por las empresas armadoras en México, de manera que —apenas antes de la entrada en vigor del TLCAN— se produjeron en México 1.1 millones de automotores en 1993, de los que 635 mil (56%) correspondían a las armadoras estadounidenses y se empleaban 386 mil personas directas en el sector. De éstos, 51 mil empleos correspondían a las BT y 256 mil em­ pleos a las fábricas de autopartes, entre las que ya figuraban empresas japo­ nesas y alemanas. Veintitrés años después de la entrada en vigor del TLCAN se produjeron en México un poco más de 3 700 000 vehículos; los empleos ascienden a más de 82 mil en armadoras y 800 mil en fábricas de autopar- tes, es decir, casi 900 mil empleos directos. Con tan sólo esos datos se puede sugerir que el TLCAN fue la culminación de las necesidades de expansión de la industria automotriz extranjera, pri- mordialmente la estadounidense, aunque han perdido una parte importan- te del mercado y, por tanto, de su producción en México. La parafernalia de los sectores privados nacionales y extranjeros y del gobierno mexicano —exaltando que el TLCAN traería mayor inversión y, por tanto, mayores y mejores salarios, crecimiento y mejoras para la sociedad— fue la manera de justificar y ocultar la rendición a los intereses de las grandes corporacio- nes. La propaganda fue dictada por las “sugerencias” macroeconómicas del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que, como es sa- bido, estas entidades obedecen a los intereses de las grandes transnacio­ nales de los países industrializados. Asimismo, debe reconocerse que los vaivenes de la industria en el nivel mundial se han visto reflejados en Mé- xico y sujetos a las políticas que establecen las corporaciones con una im- portancia marginal de las necesidades de crecimiento e industrialización del país. Finalmente, no debe pasarse por alto que debido a que el salario en Méxic­o es diez veces menor que en Estados Unidos (EU), la estrategia de transferir producción a nuestro país ha sido utilizada para abatir los salarios y pres- taciones de los trabajadores de esta industria en EU. Por ejemplo, las con- trataciones de nuevos empleados en las empresas automotrices de ese país ya se hacen en la mitad del salario que ganaban los empleados anteriores, así como que los 500 mil empleos perdidos en Detroit, Michigan, desde la dé­cada de 1980, tienen su contraparte en las contrataciones en México. A pesar de que los salarios en Estados Unidos se han disminuido de manera importan­te, los que se pagan en EU siguen siendo diez veces mayores que los que se pagan en México, como efecto de los raquíticos aumentos en el país y de las constantes devaluaciones.