LA ECONOMÍA DE MÉXICO EN EL TLCAN: BALANCE Y PERSPECTIVAS FRENTE AL T VOLUMEN 19-LA ECONOMIA-VERSION DEFINITIVA-17-MAYO- | Page 148

148 ALEJANDRA SALAS-PORRAS de arreglos, negociaciones y acomodos entre las elites porfirianas y las frac­ ciones triunfantes de la guerra civil (Knight, 1992), incluyendo aquellas que se involucraron más activamente en los debates y la eventual promul- gación de la Constitución de 1917. Aunque algunas elites económicas lo- graron reacomodarse y recuperar espacios en la economía de algunas regiones (Wassermann, 1987; Cerutti y Marichal, 1997), la gran mayoría de las elites porfiristas fueron desplazadas de las estructuras de poder. A lo largo de las siguientes décadas, en un entorno de movilizaciones sociales, obreras y campesinas, las elites políticas que surgen de la Revolución reconstituye- ron las estructuras de poder con una orientación más paternalista, nacio- nalista y centrada en el Estado. De esta forma —ya en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y sobre todo de la posguerra, cuando el paradigma keynesiano adquiere creciente importancia a nivel mundial— las elites estatales logran articular un mo- delo de desarrollo proteccionista que se construye alrededor de dos líneas: en primer lugar, las estrategias sustitutivas de importaciones que ofrecían incentivos y subsidios de manera generalizada, no selectiva, los cuales con el tiempo provocarían distorsiones en el mercado y un comportamiento rentis­ ta por parte de las elites económicas; y en segundo lugar, un sistema de representación de intereses corporativista, vertical y autoritario, creado y alimentado por el partido dominante, el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Estos dos factores impidieron que el modelo de sustitución de importa- ciones llevara a los empresarios a que, a cambio de la protección y los subsidios, aumentaran de manera sistemática la productividad y competi- tividad. Por el contrario, se extendió entre éstos un comportamiento rentis­ta, la colusión de intereses monopolistas, la complicidad con intereses y elites estatales, y prácticas de corrupción de diferente tipo y alcance. Sin embargo, estas y otras limitaciones en la manera en que se llevó a cabo el modelo sustitutivo de importaciones, no impidieron que el mercado interno se expandiera y que la economía creciera a un ritmo promedio de 6.5% a 7% durante dos décadas (los sesenta y setenta, respectivamente), se industriali­ zara y diversificara dando lugar al llamado “milagro mexicano”. No obstante, el modelo dependía de las importaciones de bienes de ca- pital que exigían cantidades cada vez mayores de divisas, como documenta ampliamente Jaime Ross (1993). Hasta los años sesenta estas divisas pro- venían de las exportaciones de productos agrícolas y minerales, y a partir de los años setenta las exportaciones petroleras sostuvieron el proceso. Pero la producción de petróleo requería enormes cantidades de inversiones, lo que elevó la deuda y volvió el modelo más vulnerable. Cuando cayeron los precios del petróleo en los años ochenta y simultáneamente se elevaron