LA ECONOMÍA DE MÉXICO EN EL TLCAN: BALANCE Y PERSPECTIVAS FRENTE AL T VOLUMEN 19-LA ECONOMIA-VERSION DEFINITIVA-17-MAYO- | Page 13

prólogo 13 Esto explica por qué durante el periodo de operación de la estrategia de desarrollo liderado por el Estado, el gobierno mexicano se negó a aplicar una política de libre comercio. La historia cuenta que durante una reunión de las Américas, celebrada en el Castillo de Chapultepec de la Ciudad de México al término de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Estados Unidos propuso a los países latinoamericanos la Carta Económica de las Amé­ ricas, que establecía la reducción de barreras al comercio para aprovechar las ventajas comparativas de nuestras naciones. Con el notable liderazgo de México, los representantes latinoamericanos rechazaron la propuesta esta- dounidense, reivindicando nuestro derecho soberano a proteger nuestras industrias nacientes. La “rebelión latinoamericana de 1945”, como la denominó Raymond Ver­ non (El dilema del desarrollo económico de México, Diana, 1966), permitió a la América Latina desplegar su estrategia de industrialización sustitutiva de importaciones, gracias a la cual nuestra región consiguió un crecimiento económico de 5.5% anual entre 1945 y 1980. (En el mismo lapso, México logró un crecimiento económico del 6.2% anual, con un incremento del PIB manufacturero a una tasa media del 6.9% anual). De hecho, la industrialización sustitutiva de importaciones había cristali­ zado pragmáticamente en América Latina bajo las circunstancias de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. La brusca caída de las exporta- ciones durante la prolongada depresión, provocó macrodevaluaciones que encarecieron dramáticamente las manufacturas importadas (a precios en moneda nacional); en tanto que la posterior reorientación de los aparatos productivos de los países desarrollados hacia la producción de suminis­ tros bé­licos, creó no sólo la oportunidad de desarrollar una planta industrial abastecedora del mercado interno, sino también de exportar algunos pro- ductos manufacturados (v. gr. textiles y alimenticios) hacia los mercados de países desarrollados. El importante crecimiento industrial conseguido durante estos años, re­ forzó la convicción de que era factible en nuestros países un desarrollo in­ dustrial propio, siempre y cuando se protegieran nuestras industrias nacientes con una clara visión de que la mano invisible no garantizaría la asignación óptima de los recursos productivos ni conduciría a cerrar las brechas de de­ sarrollo industrial con los países ricos. Bajo tales convicciones legítimamente nacionalistas, era natural que los países latinoamericanos rechazaran la Carta Económica de las Américas. “A los ojos de los latinoamericanos interesados en el desarrollo de sus respecti­ vas economías”, escribió Vernon, tal propuesta “solamente podía interpretar­ se como una forma de neocolonialismo: un esfuerzo por mantener al mundo latino en su papel de la preguerra, como abastecedor de materias primas e