LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | Page 99
ir alumbrándole el camino con una vela. Germana, princesa fran-
cesa de Foix (Los condes de Foix en línea directa se habían extingui-
do, y el rey francés le había otorgado el título de Foix a una familia
feudal del norte de Francia.) Era la segunda esposa del enviudado
Fernando, A la primera se la había cubierto, de acuerdo con su
ultimo deseo, con una basta casulla franciscana y sepultado sin solem-
nidad Apenas había pasado un año Cuándo Germana se
encontraba en Valencia con una flota de treinta barcos cargados de
vestidos, zapatos, sombreros, lencería, perfumes y cosméticos.
"Exclusivamente para ella, se hacía llegar de Sevilla los más raros
pescados, aves, frutas, especias y vinos. En la corte y en las casas de
los grandes, un banquete seguía a otro, por lo que constantemente
eran devoradas enormes cantidades de alimentos; más de una vez
sucedió que los comensales murieron por exceso de comidas y
bebidas."
Sólo una figura permaneció por encima de esta frenética prácti-
ca en la corte de la nueva reina y se destacó en este punto como
un testigo solitario del austero espíritu antiguo. Se trataba del
enjuto monje Francisco Jiménez de Cisneros, primado de
España, Gran Inquisidor y Canciller Real...
El paje Ignacio de Loyola sólo contaba entonces 14 años de edad.
Rodeado de un ambiente de desmesurada ambición, los primeros
arrebatos amorosos del muchacho en pleno desarrollo físico se diri-
gieron hacia la reina. De esta manera, para él el amor pasó a tener
el mismo significado que su solicitud en el servicio cortesano;
asoció sus fantasías sobre la mujer con el vano anhelo de lucirse
ante la soberana y conseguir su favor. Cuándo logró ser nombrado
caballero y, de acuerdo con la costumbre generalizada, debió
elegir una "dama de su corazón", escogió para ello a la reina. En
las fiestas y torneos lució los colores de ella, y la máxima
retribución que hubiese podido esperar era un pañuelo de encaje
lanzado por su mano al vencedor en el picadero. Ahora, Cuándo
se encontraban, él tenía sumo cuidado en no quitarse la gorra, ya
que, según las formas de servicio de trova, esta infracción contra el
ceremonial era considerada como la adoración más