LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | Page 96

Sospecho que Pytheas viajó hacia el norte impulsado por su sed de conocimientos. Ya sabía que la Tierra es una esfera; que los pla- netas giran alrededor del Sol; que en el Norte hay un polo; que el polo que mantiene en órbita tanto a los planetas como al Sol posee fuerza de atracción. Creyó que el polo, por ser sabio y apolíneo, en sí mismo descansa; que polo y Sol, al ser Apolo, poseen la misma fuerza de atracción, que incluso no permite que los seres humanos puedan desembarazarse nunca de Dios; que Apolo en las tierras del polo, en el Septentrión, tiene su verdadera patria entre el venturoso pueblo de los hiperbóreos. Me parece que el dios al cual dirigió Pytheas sus oraciones antes de emprender su viaje al Septentrión fue el propio Apolo hiperbóreo. Él oró a esta luz divina que una vez al año partiendo de Delfos, su lugar preferido en la región helena, se traslada al país de los hiperbóreos en una barca o carro tirado por cisnes. Al estar Apolo en el Norte, los delficos, ávidos por el lejano dios, cantaban peanes: colocaban coros de muchachos alrededor de cada trípode santo, desde donde debía decir su oráculo la pitonisa, e imploraban al dios para que volviera a venir. Él regresó siempre. Sólo marchó de año en año nuevamente hacia el Norte, al lugar de su origen. Puigcerdá en Cataluña Con conocidos que aquí tenían ocupaciones profesionales, viajé hacia el norte en automóvil. Estoy solo y aguardo bajo el pabellón de la pintoresca plaza del mercado de la pequeña ciudad. Señoras acicaladas, guardias fronterizos serios y de mirada penetrante, verduleras gordas, sencillos campesinos de Andorra, desmontados, mulas sobrecargadas avivan la de todos modos colorida y animada estampa. En una mesa contigua, ciudadanos de aspecto satisfecho juegan al belote. Se arma una gresca: uno acusa a otro de haber mentido.