LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | Page 86

rurales se convirtieron en patria: en Alemania, en la alta Italia y en España. Hasta en Islandia se han encontrado vestigios de ellos, según leí hace poco en un libro de un investigador de lengua latina. Y el portador de luz, Apolo, dios protector de los poetas y caminantes, no abandonó a los suyos en su penuria. Aunque también él había llegado a convertirse en un proscrito, en un desterrado, incluso en el diablo mismo. Más, puesto que él no era el Maligno, cumplió, fiel, la ley divina, pasando por bosques y caminos. Dejó brillar el carbúnculo en la rienda de su corcel como el sol. Cuándo moría, un cantor lo portaba sobre las nubes hacia la "Montana de la Asamblea en la más lejana Medianoche", hacia el cenit del Norte. ¿Que importaba si sus hijos no podían vivir en ciudades corno los demás hombres y no podían ser enterrados como ellos? En la casa del Portador de Luz hay luz abundante. Más Luz que en las casas de Dios, catedrales e iglesias; allá dentro Lucifer, delante de vidrios expresamente ensombrecidos, sobre los que están pintados profetas y apóstoles judíos o dioses y santos romanos, nada pudo encontrar y nada quiso encontrar. ¡En el bosque era libre! Cada vez que Apolo, enviado a otra parte por la ley divina, no pudo permitir que la piedra de carbúnculo alumbrara, vino la "Abuela del Diablo", "la Gran Madre" que es la Tierra y gobierna a la Luna. La Tierra dio a los desterrados, durante la noche comida de su casa, cuya cuidadora es ella; bebida de su rocío, cuya donadora es ella, la que indica con sus rayos argénteos el Camino... Si el diablo y su abuela no estaban en "su casa", o llegarían algo más tarde, enviaban un representante y anunciador. Lucifer envió la estrella matutina, la Gran Abuela envió el lucero vespertino: la misma estrella que se llama Lucifer o Venus. Que, por cierto, de ningún modo se ha caído de nuestro cielo.