LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | Seite 82

también vigente en la Tierra. También nosotros, los seres humanos, podemos conocer las leyes si buscamos consecuentemente y observamos atentamente el cielo, podemos conocer aquella ley divina que rige allá en lo alto y que también organiza de tal modo nuestra vida que nosotros tampoco podemos infringirla, sino cumplirla. ¡Tenemos que ser hijos del Sol portador de la Luz! En Mirepoix vivió, en la época de las cruzadas contra los albigenses, el caballero Mirepoix del linaje Belissen, un súbdito y pariente de la casa condal de Foix; Cuándo la fortaleza Montségur fue sitiada, él era, además, su jefe militar. Cuándo la situación de emergencia llegaba a su extremo, gracias a sus indicaciones fue puesto a buen recaudo el Tesoro de la Iglesia en algún punto del Sabarthés, por cuatro resueltos cátaros. Antes de que Roma y París emprendieran las cruzadas por largo tiempo planeadas contra el país albigense, el castillo de Mirepoix era un punto de reunión de la vida cortesana. Trovadores y caballeros andantes gozaban aquí del derecho de hospitalidad y no continuaban su camino sin haber recibido un considerable viático. La mayoría de los trovadores medievales alemanes eran terrible- mente pobres. Muchos de ellos, y no los peores, provenían del pueblo llano: Berhard von Ventadour, para señalar uno entre tantos ejemplos, era hijo de un fogonero de horno de panificación. La pobreza y su modesto origen social de ningún modo impidieron su camino a la caballería. E1 rústico que sabía hablar con elocuencia podía llegar a ser noble y el artesano poeta podía ser nombrado caballero. Quien no era distinguido de nacimiento, así está escrito en una canción del trovador Arnold von Marveil, podía, sin embargo, poseer cualidades más que suficientes para sustentar un carácter distinguido, porque una virtud tendrían todos, tanto aristócratas como ciudadanos, artesanos y campesinos, para estar mancomunados: la dignidad. Los cobardes y los groseros no merecen que se les preste atención, ni mucho menos ser dignos de