LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | Page 81

los hombres, entonces Dios-ley deja irradiar a la Luna y a las incontables estrellas, que sin excepción van por el cielo cumpliendo su camino. No decimos que el Sol o uno de los astros sea el propio Dios. Ellos son anunciadores de Dios y portadores de Dios.
La divinidad es múltiple, pero no hay dioses, como se nos reprocha por doctrina. Con nuestros sentidos sólo podemos concebir una parte: la naturaleza. Esta se compone de nosotros mismos, ya que somos materia perecedera; provenientes del mundo mil veces diferente, en el que tenemos que cursar nuestra carrera de vida; provenientes del cielo estrellado, el del día y el de la noche. La naturaleza no es Dios Padre, por lo tanto, absolutamente Luz, Espíritu y Fuerza. Ella es Hija de Dios, una criatura de la Luz, del Espíritu y de la Fuerza. Ella se rige sólo por la Ley dada por el Dios Padre. Por tal motivo es insensato, así opinaron los cátaros, rogar por lluvias, buen tiempo, salud o por dinero, como hacen tantos cristianos. Tampoco habría milagros que infrinjan la Ley.
La Ley por sí misma es milagro suficiente. Si se la investiga, entonces puede de por sí realizar " milagros ". Un médico( los cátaros eran tan notables médicos que hasta los obispos católicos se hacían curar por ellos para no tener que abandonar todavía este " milagroso " mundo) sólo puede llevar a cabo el milagro de una curación Cuándo conoce tan bien la ley actuando en el cuerpo humano que le permita restablecer el orden perturbado. La naturaleza no es Dios, sino divina. Ella no es la Luz sin más ni más, sino portadora de Luz. Ella no es la Fuerza sin más, sino fortalecedora. Ella no es Espíritu sin más ni más, sino que proporciona al espíritu activo, desde nuestro nacimiento, la ley del conocimiento que conduce a la contemplación de Dios. Ésta es la única y verdadera " redención ". Nuestro portador de Luz supremo es el Sol; él es el dirigente de los ejércitos celestiales a los que se les llama ángeles, que no son otra cosa que las estrellas, todas ellas sujetas a la Ley