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festividad suprema. Apolo era el sol con sus leyes del naciente y del
poniente, como también la naturaleza luminosa dominante y
eterna, inmutable.
Sólo en épocas más tardías fue adorado como dios principal el
solar Helios en lugar de Apolo. Al comienzo, Helios sólo había sido
venerado en la isla de Rodas, en el mar de Asia Menor, o ambos
considerados lo mismo. Originalmente, y precisamente por los ca-
zadores dóricos y jónicos, pastores y agricultores llegados a la
Hélade desde el norte, él fue adorado como Portador de la Luz
primaveral después de la larga noche invernal, como Protector de
los sembrados, los campos de pastoreo, los rebaños, las abejas y
todo aquello que más profundamente interesa a los campesinos. Es
por este motivo que los criadores de animales celebran en su honor
fiestas del carnero, y los campesinos, fiestas de cosecha. En sus can-
tos decían de él que había dado muerte victoriosamente al dragón
invernal Pitón e imploraban a la Luz para que no permaneciera
durante mucho tiempo en el Norte con el afortunado pueblo de los
hiperbóreos. Puesto que la primavera y el verano curan las enfer-
medades del invierno, se le tenía por defensor del mal y padre del
médico divino Esculapio.
Éste era una parte consustancial de Apolo. Ambos fueron
llamados Redentor o Salvador. El gallo anunciador de la mañana
luminosa les era sagrado. Por este hecho es que bien dijo
Sócrates, antes de tener que escanciar la mortal cicuta, a sus
discípulos que no debían olvidar sacrificar un gallo a Esculapio.
Confiando en el salvador Apolo y en el redentor Esculapio, Sócrates
esperó reconfortado el nuevo mañana...
Además de los campesinos y pastores, Apolo se hizo familiar a
los caminantes y navegantes, partió con ellos sobre tierras y mares,
montañas e islas, consciente de su propósito. Además del monte
Parnaso del norte de Grecia, donde se encuentra el famoso templo
de Delfos, lo que más debe de haber querido es la isla de Delos,