LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | Page 48

me habían dado para el viaje. Aunque el sol de un cielo despejado calentaba allí abajo, en el sur bramaba la tormenta. El pastor y yo charlamos de Montségur y del tesoro de los cátaros. Mi interlocutor quería saber si verdaderamente estuvo alguna vez guardado en el Montségur el Grial: Cuándo todavía se mantenían en pie las murallas de Montségur, los Puros guardaron en ella el Santo Grial. El castillo estaba en peligro. Las huestes de Lucifer se encontraban ante sus murallas. Ansiaban tener el Grial para volverlo a engastar en la diadema de su príncipe, que cayó a la Tierra durante la caída del ángel. En estas circunstancias llegó del cielo con la más apremiante emergencia una paloma blanca y con su pico abrió en dos el Tabor. Esclarmonde, custodia del Grial, lanzó la valiosa reliquia a la montaña, que volvió a cerrarse al recibirla, y así fue salvado el Grial. Cuándo los demonios arrasaron el castillo, ya fue demasiado tarde. Montados en cólera quemaron a todos los Puros no lejos del tolmo, en el Camp des Cremats, el Campo de la Pira. Todos los Puros fueron quemados, sólo Esclarmonde no lo fue. Ya que ella supo guardar el Grial, escaló hasta la cúspide del Tabor, se transfiguró en una paloma blanca y voló hacia las montañas de Asia. Esclarmonde no ha muerto. Todavía vive en el paraíso terrenal. Sólo que, precisamente por esto -concluyó mi pastor, la tumba de Esclarmonde seria imposible de hallar. Le pregunté sobre la opinión que le merecía lo del zahorí y los datos que me había proporcionado sobre el sarcófago de Esclarmonde. Opinó: "Ce sont tous des fumistes", son tramas de fantasiosos. Comí con el sobrino del cura y algunos aldeanos, cerca de la chimenea de un fogón. En el cuarto contiguo, muchachos jóvenes alborotaban jugando al belote. El tiempo se había puesto oscuro, el caserío y el castillo de Montségur colgaban de las nubes. Aún hoy, pasados tres días, no se ha aclarado el cielo. Es otoño. Hace un frío espantoso. Todos ustedes saben que el Montségur debe ha-