LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | Page 35

PAMIERS El clima de esta pequeña ciudad -cuyas aguas cristalinas se reflejan en sus muros y provienen del río Ariége, que nace en las nevadas montañas de Andorra- debe de ser muy malsano, me dijo un joven tolosano que conocí en una librería y que me dijo en secreto que hacer amistad con ciertas mujeres puede ser más exitoso todas las mañanas a las once en la catedral Saint Germain. Hasta era mas fácil encontrar allí a las femmes legéres, o sea, a las rameras. Yo solamente, continuó aconsejándome, no tendría que irme a apostar en Pamiers. Allá, seguro que me moriría de aburrimiento. Al decirle que tenía la intención de continuar viaje de Pamiers a Foix y al caserío de Montségur, en los altos Pirineos, para pasar allí algunos meses, se quedó mirándome sin comprender. De pronto asomó una sonrisa sobre su lengua, una sonrisa cortés y compasiva a la vez. Y arriesgó: "¿También usted desea buscar el tesoro de los albigenses?" A mi pregunta sobre de qué se trataba eso, vine a saber que una leyenda cuenta de un tesoro que, durante la cruzada emprendida por Roma y París hace 700 años contra los albigenses, éstos habrían enterrado su tesoro en el castillo de Montségur. Allí permanece todavía. En estos momentos andaba en su búsqueda un ingeniero de Bordeaux, usando dinamita, varita adivinatoria y otros medios auxiliares semejantes. Pamiers está empotrada en un cerro cuyas graciosas líneas no permiten suponer los picos pirenaicos que se elevan por detrás. En estrechas calles se apiña la gente, entre la que se divisan negros senegaleses y árabes con sus vestimentas típicas. Evidentemente, esta ciudad no podría hacer demorar mi estancia. En el año 1207 aquí se contaba lo siguiente: de las ciudades y conventos del sur de Francia, y hasta del propio Vaticano, acudían