LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | 页面 230

qué vive el hombre. Planteó la pregunta que hizo caer del cielo a Lucifer. Este peligro no lo amedrentó, de eso estoy seguro, y tampoco habría sentido miedo si hubiera sabido de la maldición del Dios de los judíos, Yahvé. Pytheas mantuvo una piedra amarillo dorada en su mano; para él, ella era la "piedra filosofal", el Vellocino de Oro. Sobre una barca sirgada por un cisne, Lohengrin vino a los hombres para entregarles el mensaje del Grial, de la piedra caída de la corona de Lucifer. También prohibió a los hombres la pregunta sobre el ¿de dónde?, pero sólo sobre su propio dónde. Porque él no era un humano y debía, si los hombres lo reconocían, retornar al lugar de donde había venido. A los cátaros de Colonia se los logró encontrar y capturar en los talleres subterráneos de los tejedores, se los quemó para que Europa no pudiera quedar limpia de toda mitología judía. La quema fue consumada en un cementerio judío por escarnio. En vez de las palabras que Jesús dijo en la cruz al buen ladrón: "Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso"; en vez de estas palabras bíblicas, los cátaros usaban, o por lo menos el archihereje Arnold, las palabras consoladoras: "Hoy mismo estarás con Laurentius". Con esto no se aludía a san Laurentius, ya que la mayoría de los santos eclesiásticos, mientras vivieron en el valle de los lamentos terrenales, sólo sentían odio hacia los herejes. Nada de comprensión ni de perdón. No hay ninguna razón para suponer que en el cielo hubiesen podido ser de otra opinión. También para ellos es aplicable lo que dijo el papa Gregorio, llamado el Grande, sobre la alegría del justo que desde el cielo miraba el infierno y decía que a la vista de los tormentos infernales se multiplicaba el goce celestial de los que permanecían en el regazo de Abraham. Por lo tanto, ¿es por esto que san Laurentius había escogido para sí la muerte de los