LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | Page 227

ser entregado. Los músicos daban vueltas alrededor de él tocando y bailando. Doce días duró la batahola, hasta que las autoridades entraron en acción. Está claro que no se atrevieron a quemar la embarcación o destruirla por otros medios, por la creencia de que "el propio lugar donde algo queda hecho cenizas queda deshonrado". Por esto se dispuso llevarlo a un lugar vecino. Allá el soberano ordenó al transporte del barco un sangriento final por la fuerza de las armas. En una cueva del Sabarthés encontré un dibujo del período albigense. Representaba un barco de los muertos con el sol como velamen… Santo barco... Cuándo Apolo llegó al mundo de Zeus, le dio una mitra de oro, una lira, un carro uncido a cisnes y lo envió a Delfos para que anunciara allí la justicia a los helenos. Pero Apolo dirigió a sus cisnes al país de los hiperbóreos, y su esplendor, igual que una estrella, se abrió paso en el cielo. Por las olas llevó la yacija hueca que el cojo Hefaistos-Vulcano, hijo de Venus, había forjado de precioso oro. Sobre la superficie del agua transportó al dormido. Los atenienses se figuraban a su Atenea Partenos, su virginal diosa de la sabiduría, como tejedora y conductora del huso. Un vestido color azafrán era traído ceremoniosamente, cada cuatro años, en un compartimento de un barco, cual velamen izado, por los más altos dignatarios atenienses hasta la Acrópolis, donde le era ofrendado a la diosa. Mujeres atenienses nobles de nacimiento habían recamado con arte el velamen con la representación de la lucha en aquella guerra librada entre dioses y titanes en el monte de los dioses, el Olimpo. Atenea, tejedora divina de la alfombra color azafrán de la vida, también protegía el oficio de la forja. Al herrero Hefaistos o, según enseñaron otros, al portador del fuego Prometeo, agradeció ella su existencia, Cuándo uno de ellos partió por la mitad la cabeza de Zeus, desde donde brotó Atenea. Sobre la Acrópolis resplandecía permanentemente su lanza dispuesta para el combate, simbolizando que, sin disposición para el combate y sin desafío a la muerte, la vida es indigna.