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del grano! Y si os coge tendréis que chuparle sus leñosas tetas".
¡Antes era otra cosa!
Démeter, Madre Tierra, denominaron los griegos a su
"madre del grano". En las comarcas alemanas se le llamó,
otrora, señora Herka o señora Hel. Su casa fue el bosque o el
campo, y su aliento era el viento. Y los seres humanos la amaron
porque era Venus, una Holde, una benévola. Tannhäuser fue su
galán...
La madre tierra Hel es, también, la fresca noche y la
muerte oscura. La muerte es la fresca noche, que canta una
hermosa canción alemana compuesta por Johannes Brahms.
Aunque el sol otorgue vida, sólo la noche hace crecer plantas y
árboles. Testigos son la luna, los astros y las bestias.
He comprendido por qué los argonautas debieron recalar en
un "Puerto de Venus" para encontrar el Vellocino de Oro.
Querían desarrollar su deificación en sentido contrario. Tal como
nosotros igualamos los hombres a los árboles. Se torna claro en
aquellos helenos convertidos en vikingos que "con vientos
nórdicos" navegaron a vela sobre el mar universal llevando con
ellos un tablón de encina: el símbolo de que hay que hincar las
raíces de la madre tierra, que se desarrollará hacia lo alto en la luz
y se extenderá hasta las estrellas. Entre los hombres hay
criaturas y héroes, en el bosque crecen arbustos y árboles
gigantescos. De nosotros depende ser lo que realmente deseamos
ser.
Quiera la madre grandiosa, degradada a mala madre del
grano y a abuela del diablo, secarse las lágrimas de sus hermosos
ojos y reír a menudo, así como hace ahora, que pasa como una
exhalación por los rayos del sol, sobre los trigales dorados de los
confines de Runkel. De ahora en más ella experimentará menos
injusticias y volverá a ser una "dama del corazón".